Las heces de la ambición son puestas al descubierto en ‘El limpiaculos del rey’

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Situada en la corte de Enrique VIII, en un ambiente de tensión, traiciones, enfrentamientos y sospechas, dos jóvenes y arruinados caballeros luchan por el puesto de mozo de escoria (encargado de higienizar las posaderas del rey) en busca de medrar, dentro de la poderosa corte, y escapar de sus míseras vidas. La privilegiada ocupación (tal grado de intimidad es perfecta para cualquier arribista) no solo conlleva la atención hacia el monarca sino el acceso a los favores reales.

Alarcón, Cardeña y Cornellés.

Así plantea el autor, director y protagonista de la obra, Chema Cardeña, su nuevo texto teatral: una historia donde las heces reales representan la amoralidad, la enemistad y los bajos instintos que mueven a sus protagonistas.

A modo de comedia, ‘El limpiaculos del rey’ hurga en las entrañas del poder (y en los estratos sociales más inferiores), para componer una imagen donde el rey muestra sus sucios planes para deshacerse de su matrimonio con Catalina de Aragón, al tiempo que entre ambos disputantes al cargo se engañan y traicionan portando vajinillas de excrementos.

Sin caer en la zafiedad, el diálogo soez o el humor fácil, el texto avanza como una comedia hilarante, en ocasiones bizarra, donde la personalidad de los personajes es tan sucia como la labor que realizan. Un enredo cargado de situaciones cómicas en donde brillan Rafa Alarcón y Jerónimo Cornellés como aspirantes a limpiaculos reales. La dupla funciona a la perfección permitiendo que Alarcón componga al ingenuo bribón, en duelo laboral, contra el retorcido y petulante personaje de Cornellés. Sus composiciones son, sin duda, el gran arma de la obra. Cardeña se reserva el papel de Enrique VIII, y si bien su oficio y tablas demuestran su notable buen hacer, su personaje funciona, en cada escena, como un disparador que activa las acciones de sus dos compañeros de obra, lo que provoca una vuelta de tuerca más a esta sátira sobre el poder.

Excelente la idea de dejar al desnudo el espacio escénico con solo el retrete real en plataforma movible, ya que permite recursos de transición muy originales y limpios y dan acciones de libertad a los personajes. Tanto la luz y como el sonido completan una puesta en escena muy bien lograda para una obra que, desde su concepto escatológico, tiene la limpieza de los trabajos notables. Hasta el 27 de enero hay tiempo para acercarse a este universo de traiciones irrespirables en Sala Russafa.

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