Fallece el sacerdote Joaquín Montes, el padre de los presos, que prestó sus servicios a los presos de Picassent durante 40 años

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El sacerdote jubilado Joaquín Montes Mollá, popularmente conocido por el “padre Ximo” o el “padre de los presos”, que durante más de 40 años se dedicó a la atención pastoral de los reclusos en la diócesis de Valencia, ha fallecido esta pasada madrugada en la residencia sacerdotal Betania, de la localidad de Quart de Poblet a los 82 años de edad.
El arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, presidirá hoy a las 19 horas, la misa exequial por su eterno descanso en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, de Valencia, en la calle Jumilla, 4, según han informado hoy a la agencia AVAN fuentes del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria, que han precisado que la capilla ardiente permanecerá abierta en el Tanatorio Municipal de Valencia hasta media hora antes.

En septiembre de 2009, el ‘padre Ximo’ fue distinguido con la Medalla al Mérito Social Penitenciario otorgada por la secretaría general de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior, en reconocimiento a su labor con presos durante estas cuatro décadas, según las mismas fuentes.

Joaquín Montes Mollá nació el 6 de julio de 1930 en la localidad valenciana de Ontinyent, en la que también recibió la ordenación sacerdotal en 1954.

En 1970 fue nombrado capellán de la entonces Cárcel Modelo de Valencia y desde entonces se ha dedicado ininterrumpidamente a la atención pastoral de la población reclusa. Fue director del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria desde 1996, y, ya jubilado, continuó acudiendo el Centro Penitenciario de Picassent, donde celebró su última misa el pasado 31 de mayo, el día anterior al agravamiento de su enfermedad.

Según ha indicado hoy a la agencia AVAN el sacerdote mercedario y actual responsable del Secretariado Diocesano de Pastoral Penitenciaria, Javier Palomares, “el padre Ximo fue un gran sacerdote, un gran modelo y un gran ejemplo para todos los capellanes de prisiones y voluntarios, que se ha dedicado en pleno hasta el último momento a cuidar de los presos, a defender su dignidad, y a dar la cara por muchos, incluso cuando había quienes no daban un duro por ellos”.

Palomares ha añadido que el sacerdote fallecido “estaba también siempre por todos los juzgados tratando con abogados, jueces, fiscales, y también en la prisión con los directores, para conseguir humanizar las prisiones y mejorar la dignidad de las personas presas”.

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