86 años y toda la ilusión por formarse intacta porque, como ella dice, “hay que aprender algo positivo de cada situación complicada”, por ejemplo, la actual pandemia de Covid-19. Este es el esperanzador mensaje de Carmen San Claudio Veloso, una de las alumnas ‘decanas’ de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Carmen es estudiante del Centro Asociado UNED Alzira-Valencia ‘Francisco Tomás y Valiente’ y cursa Historia del Arte, ya que es una materia que, según destaca, le apasiona desde pequeña, cuando ya vivía rodeada de piezas que su padre adquiría, sobre todo cuadros y libros.
“Es la carrera que siempre me gustó, desde que estudié los dos primeros cursos de Filosofía y Letras en Madrid a principios de los años 50. El profesor de Historia del Arte era el director del Museo del Prado y tuvimos 15 días de clase en el mismo museo. Fue apasionante. Ese año fuimos de viaje de estudios a Italia y vine enamorada del arte”, relata.
La alumna, usuaria de la residencia Ballesol de Valterna, donde ha permanecido sin salir desde el mes de marzo a causa de la crisis del coronavirus, recalca que, en una situación sanitaria tan complicada como la presente, el estudio tiene grandes beneficios, sobre todo “satisfacción y crecimiento personal”.
“No me he aburrido nunca”
Además, afirma que ayuda a luchar contra el aislamiento. “Estoy encantada de conectar de nuevo con el mundo universitario. Es interesante leer y adquirir cultura a través de los libros, pero el hecho de tener un objetivo, una meta y una orientación por parte de los profesores lo hace además muy estimulante. Me mantiene ocupada y conectada con el mundo, aunque yo procuro estar siempre activa. Creo que no me he aburrido nunca”.
Carmen comenta que, para seguir las clases, cuenta con la ayuda de Soraya, la psicóloga de la residencia, que le deja el ordenador para que pueda ver en línea las tutorías grabadas. Asimismo, sus hijos le imprimen los documentos que necesita para estar informada de todo y se los envían a la residencia.
A sus cerca de 90 años, se muestra convencida de que la suya es una generación especialmente resiliente. “Teníamos la firme convicción –mantiene-- de que nuestra responsabilidad implicaba sacrificios y no renunciábamos al ideal con el que nos comprometíamos”.
En este punto, lanza un mensaje a los más jóvenes: “Aprender algo positivo de cada situación complicada. Por ejemplo, esta que estamos viviendo. El superar las dificultades y decidir cambiar en beneficio de los demás te hace crecer interiormente”.
Y no se olvida de reivindicar los valores que aportan las personas mayores, aunque a veces “la sociedad ha prescindido de los ancianos”. “Pero si tu alma tiene ilusión por algo y esperanza, debe seguir aprendiendo y creciendo; y eso, aunque la sociedad no lo percibe, lo perciben tus allegados y es suficiente para no perder la ilusión y la autoestima”, declara.
Carmen San Claudio Veloso nació en A Coruña en el año 1934. Finalizó sus estudios de bachillerato en La Compañía de María y se desplazó a Madrid para estudiar en la Universidad Complutense los dos primeros cursos de la Licenciatura de Filosofía y Letras. En 1956 se casó y se trasladó a vivir a València. Allí, entre 1957 y 1966 tuvo cinco hijos, y en 1972 retomó la carrera en la Universitat de València, donde finalizó sus estudios de Pedagogía en el año 1975.
En 1993 obtuvo el doctorado cum laude en Filosofía y Ciencias de la Educación, por su tesis ‘Orientación personalizada, una experiencia de grupos de encuentro en EGB’, dirigida por el profesor José Antonio Benavent Oltra.
Formó parte del gabinete psicopedagógico escolar en el Ayuntamiento de Buñol, durante 15 años y, posteriormente, ejerció de orientadora en diferentes institutos públicos de Elche, Villanueva de Castellón, Algemesí o Alberic hasta su jubilación en 1999.
En su currículum también figuran estudios de cerámica en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia y después un Grado Superior de Escultura finalizando en el año 2010.
En 2013 sufrió un ictus que le afectó gravemente a la movilidad de la parte izquierda, por lo que se desplaza en silla de ruedas desde entonces. En 2017, tras la muerte de su marido, decidió quedarse definitivamente en la residencia Ballesol de Valterna, donde ha permanecido sin salir desde el mes de marzo, a causa de la pandemia.