‘Susan y el diablo’: donde el perdón no llega

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Situémonos brevemente: a sus 19 años Susan Atkins se confiesa como asesina de la actriz Sharon Tate (en aquel momento embarazada de ocho meses del director Roman Polanski) y partícipe de la masacre ocurrida en casa del matrimonio LaBianca junto a otros tres miembros del llamado ‘Clan Mason’. Estamos en agosto de 1969, año de gran efervescencia del movimiento hippie y enfrentamiento generacional; diez meses antes The Beatles habían lanzado al mercado su décimo disco (doble vinilo cuya portada en blanco quedó reconocida como el ‘Álbum blanco’)  que revoluciona el mundo del rock y del pop y que, de forma psicoasociativa, afecta al líder del clan, Charles Mason, y a los componentes de su banda. La trágica noche de los crímenes Susan Atkins, aturdida por los excesos del LSD y alcohol, confesó que el tema  ‘Helter Skelter’ (el número 23 del ‘Álbum blanco’) resonó en su cabeza mientras acuchillaba a Tate ante las suplicas de compasión de la actriz y del futuro bebé que albergaba en sus entrañas. La respuesta de Atkins sigue en la memoria de la prensa sensacionalista: “No voy a tener ninguna piedad por ti, perra”. Tras el homicidio Atkins escribió con la sangre de Tate la palabra ‘Pigs’ sobre una nevera. Precisamente uno de los temas del doble disco de la banda de Liverpool se titulaba ‘Piggies’. Desde entonces Atkins fue conocida como ‘Sexy Sadie’, apodo con el que Manson la llamada, ‘Lady pig’, ‘Lady Satan’… Tiempo atrás, y antes de todos estos terribles sucesos, Atkins tuvo un hijo en el rancho de Manson, al que la justicia entregó en adopción.

Un momento de la obra.

Condenada a cadena perpetua (estuvo sentenciada a la pena de muerte pero en 1971 California eliminó la cámara de gas como pena máxima) Atkins solicitó 14 veces la libertad condicional que siempre le fue negada.  Buscó una compasión que no obtuvo respuesta. Buscó clemencia sin obtenerla. ‘Susan y el diablo’ toma como tema principal el perdón de la rea; va de la compasión al perdón en un viaje de lo personal a lo colectivo para volver, con una feroz carga psicodramática, a lo personal.

Veamos.

Una última petición al tribunal puede ser su tabla de salvación: enferma de un cáncer terminal, detectado en 2007, la lleva a solicitar el morir fuera de la cárcel y esperar que el tribunal se compadezca de su situación. Poco dada a las entrevistas de la prensa, Atkins recurre a ofrecer su conversación al periodista Paul Wilkins, para el diario sensacionalista Black Star, con el fin de sensibilizar a las autoridades y a la opinión pública. 40 años en la cárcel han servido para que ella deje de ser prisionera de su pasado y convertirse en una mujer que abraza el dogma cristiano y reniega de sus actos criminales. El periodista es incisivo, busca saber cada detalle de los hechos la noche de los asesinatos, punza en el hijo que ella olvidó desde la cárcel, hurga en las sádicas acciones que cometió, no accede a creer la transformación que Atkins generó entre barrotes, no admite el perdón (esa compasión a la que apela la asesina) que exige una mujer cuya vida se apaga sin solución. Wilkins se proclama como una voz de la sociedad al mismo tiempo que una voz castigada por el pasado de Atkins y…, los hechos y los acontecimientos acaban entrelazando ambas vidas.

El perdón, la compasión, la posibilidad de un gesto empático se esfuman para ‘Sexy Sadie’, para ‘Lady Satan’.  ‘Helter Skelter’ (el descontrol, el tobogán en espiral con caída veloz) seguirá resonando en la vida de Atkins hasta el momento de su muerte.

Bajo un texto muy elaborado por Chema Cardeña, quien asume la dirección de la obra, ‘Susan y el diablo’ deja al descubierto el peso del resentimiento, la venganza, el perdón, la piedad, la penitencia…, que se muestra como un fuego cruzado entre la presa y las leyes, entre la asesina y la sociedad (representada entre una carcelera y un periodista). Ata con sustantiva fuerza Cardeña cada escena desde su condición de autor y director. Con un trío actoral muy conscientes de sus roles y la naturaleza de sus personajes (muy bien Manuel Valls y Marisa Lahoz en sus interpretaciones) ‘ Susan y el diablo’ goza de un magnífico trabajo de escena con María José Goyanes vivificando a una Atkins creíble y cercana en cada uno de sus pasajes. Un función intensa que se aplaude con ganas.

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