La reina Isabel la Católica: su reflejo en el tablero de ajedrez

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José A. Garzón
José A. Garzón

El encanto del ajedrez, su poder simbólico y alegórico, ese pequeño mundo escaqueado en el que el jugador mueve las piezas como si fuera en él  una deidad, ha propiciado —en recurrente préstamo artístico— su  evocación en  la literatura, el cine o la publicidad. Por desgracia, abundan las propuestas fallidas. Sin la mínima reciprocidad, se extrae del noble juego mucho más de lo que se le ofrece.

Felizmente, este no es el caso del libro de Luis Zueco  El tablero de la Reina (Ediciones B, 2023). El autor, maestro de la novela histórica, afronta en esta un gran desafío: el paso del Medievo al Renacimiento, no solo en el incipiente reinado de los Reyes Católicos, también en el milenario juego del ajedrez.

Con la joven princesa Isabel de Castilla como eje de la narración, gran aficionada al ajedrez, el destino de lo que luego será España va unido a la suerte que se libra en un mundo más pequeño, aunque de profundidades insondables. Para conquistar la corona hay que cambiar las reglas del juego. El tablero se agranda y el mundo se empequeñece.

Quiero recordar que fue el historiador holandés Govert Westerveld quien propuso, con suasoria argumentación, que la gran reina que fue Isabel la Católica, había sido reflejada, remedando su fuerza, en la nueva dama poderosa del tablero bicolor. En el texto fundacional del ajedrez moderno, el poema Scachs d´amor (Valencia, c. 1475), varias estrofas se superponen a sucesos reales de la vida de la reina.

En las manos de  Zueco, el ajedrez, ese juego desprovisto de azar,  es definido constantemente, a lo largo de la obra, ofreciendo siempre una visión humanista, simbólica, lúdica, como preclara representación de la vida misma. Algunos pasajes, como la narración de la leyenda de los granos de trigo en el origen antiguo del juego o  la descripción del juego a la ciega, tienen una novada y sugestiva formulación. También es remarcable el papel que el  Libro de los Juegos del Alfonso X el Sabio (Sevilla, 1283) tiene en el relato;  y es oportuno asimismo que señale los rasgos vanguardistas que presenta el códice alfonsí (salto del alferza promovido, avance doble del peón en la jugada inicial, si bien limitado hasta la primera captura).

Son páginas en la que se percibe nítidamente a un entusiasta del juego-ciencia, que el autor ya practicó en su niñez en su pueblo, Borja (Zaragoza).

El libro es una valoración de la figura de Isabel la Católica, que no estaba destinada a reinar, pero lo hizo, poderosa y de forma autónoma: "la reina no pierde casi nunca, sabe retirarse", nos comenta el autor en un grata charla en compañía del maestro Rafa Marí, periodista de Las Provincias. Ajedrez en estado puro.

El axedres de la Dama, que los protagonistas preservan sigilosamente, se esboza, como de paso, cuando incluso Isabel mueve la reina como una torre o cuando el Marqués de Purojosa y Tello tienen un código secreto que consiste en moverla como torre y responder como alfil.

Me llama la atención, tengo que consignarlo como investigador, que algunas normas del nuevo ajedrez estén adscritas al periodo antiguo (como el enroque, que en fase incipiente se llamaba trasposición, o el movimiento actual del alfil a lo largo de la diagonal). Es probable que el autor haya querido gravitar la gran revolución del ajedrez moderno exclusivamente en el nuevo movimiento de la dama o reina.  A fin de cuentas se  trata de una novela.

Es connotativo que uno de los personajes troncales sea el poeta Jorge Manrique. Zueco nos dijo que le atraen esos personajes reales que son a la vez hombres de armas y de letras (como Cervantes y Lope de Vega).  Defendiendo sus ideas con el argumento y con la espada. O con el argumento de la espada. Después de todo la referencia al tablero de ajedrez está en las grandiosas Coplas a la muerte de su padre de Manrique.

Valencia, cuna del ajedrez moderno, tiene una presencia destacada en la parte final del libro.  Cobra vida el temprano impresor Lambert Palmart, en los momentos en los que se gesta el poema Scachs d´amor, con un encargo de impresión sorprendente.

En definitiva, Luis Zueco puede estar satisfecho por este libro, una obra estimable en torno al ajedrez,  sus valores  y su discurso en paralelo a los progresos e innovaciones de cada época, como bella e insuperable sinécdoque de la vida misma.

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