De Neville Hnos a Prandelli e Hijo

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La empresa familiar se ha instalado definitivamente en el Valencia CF. Primero, con Peter Lim y su hija; luego llegaron, con el ínclito Mendes, sus incontables ‘hijos’ futbolísticos; más tarde, la curiosa enfermedad que se estaba expandiendo ya por la calle Suecia se instalaba en el banquillo con la llegada de los hermanos Neville, otrora gloria y danza en el Manchester United.

Valencia CF. Gary Neville y Alvaro Negredo

Y la cosa parece que no tiene vacuna, porque acaban de aterrizar en Mestalla Prandelli e Hijo, por cierto, sin entrenador de porteros, como informaba esta misma mañana el gran Gosálvez voz, entre otras como la de mi gran amigo Sisko Estellés, también grande donde los haya, o la del no menos grande e igualmente amigo David Blay, de las pocas que quedan con criterio en el periodismo deportivo -serio, riguroso, me refiero- de esta ciudad.

[su_pullquote]El padre tiene en su haber un currículo que hace temblar al valencianista más avispado[/su_pullquote]Y helos aquí, sufridos valencianistas, esperando que la botella golpee el barco que va a capitanear aquél que, en 2012, encallara con la Italia imperial contra el arrecife español en la final -cuatro chicharritos, cuatro- que dio a la Roja su segundo entorchado continental consecutivo (tercero contando el conseguido por Marcelino y compañía contra la extinta URSS allá por 1964). Cesare y Nicolo Prandelli.

El padre tiene en su haber un currículo que hace temblar al valencianista más avispado: Atalanta -con el que descendió a la Serie B-, Lecce -con perdón-, Hellas Verona -con el que consigue ascender y mantenerse la temporada siguiente en la Serie A-, Venezia -al que ascendió a Serie A-, Parma -al que colocó ¡quinto! como mejor logro-, AS Roma -dos semanas, ya que problemas personales le hicieron dimitir antes de comenzar la temporada-, Fiorentina -cuarto en Liga y semifinales en UEFA-, y la Federación Italiana de Fútbol llamó a sus puertas para hacerse cargo de la Selección Azzurra en mayo de 2010 en sustitución de Marcelo Lippi, mientras en la otra orilla del Mediterráneo festejábamos nuestro primer Mundial.

Y he aquí que los hados futbolísticos hacían confluir el devenir curricular de Prandelli con los designios de nuestra entonces gloriosa selección, en la final de la Eurocopa 2012, organizada al alimón en Polonia y Ucrania. El partido que enfrentaba a azurri y rojigualdos se celebraba en el Olímpico de Kiev y allí, Prandelli se llevó el disgusto de su vida al perder por 4-0 (derrota vergonzante para el orgullo patrio transalpino). Pero es que aquella España se había pasado por la piedra a Francia y a la sorprendente Portugal de Cristiano Ronaldo antes de ponerse delante de los incombustibles Pirlo y Buffon y el travieso Balotelli.

[su_pullquote align="right"]cuando un entrenador fracasa en Europa, su destino para intentar retornar a la cumbre es o Grecia o Turquía[/su_pullquote]Cabizbajo, Prandelli recibió el regalo de la federación italiana de la renovación hasta la siguiente Eurocopa (la de 2016, por cierto), pero se lo llevó por delante la eliminación de Italia en el Mundial 2014, donde cayó estrepitosamente en la Fase de Grupos. Tampoco le fue mucho mejor a España, por cierto.

Y llegó el retiro dorado del Galatasaray. De todos es sabido que cuando un entrenador fracasa en Europa, su destino para intentar retornar a la cumbre es o Grecia o Turquía. En el caso de Prandelli fue el segundo caso. Allí, o te vuelves un hombre o sucumbes. Y si no, que se lo digan a Guti, alias “tú no sabes con quién estás hablando, provinciano”. A tenor de la duración de su estancia en el país del Bósforo, el técnico italiano debió de caer en el segundo caso. De nuevo una Fase de Grupos, en esta ocasión de la Champions League, lo mandó al paro. Esto fue en noviembre de 2014.

Casi dos años después,  el Valencia CF lo ficha para ‘levantar’ al Valencia CF y lo hace cediendo a sus exigencias, esto es, dos años fijos, llegue o no el equipo a puestos europeos la presente campaña. Y decían que no querían experimentos…

Javier Furió | @javierfurioEterno aprendiz (por suerte)

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