Suavemente, llueve, y yo, caminando debajo la lluvia.
Suavemente, la fina lluvia resbala encima de mí.
Suavemente, empapado, me dejo mimar por tu recuerdo.
Suavemente, las gotas de agua me son besos.
Suavemente, la otra lluvia, las lágrimas, van saliendo,
Suavemente, las lágrimas se funden con la lluvia.
Suavemente, las lágrimas tienen dulzura de amor.
Suavemente, anhelo conocerte y abrazarte de nuevo.
Suavemente, los latidos de mi corazón, inquietos, nervioso.
Suavemente, llueve, y yo, amándote, todavía, siempre.
Sinto petit, 30/03/2016
Llueve, sí, suavemente llueve. Estoy oyendo la lluvia y sintiéndola en mi cuerpo, y, al mismo tiempo, recordando aquellas tardes de primavera. Tú y yo, escuchando canciones románticas de los años 60/70, sentados en el sofá, solos, juntitos, acaramelados ante el ventanal de la sala de estar, dejándonos llevar por los gratos recuerdos que nos producían la música de las canciones y, sobre todo, sus letras, llenas de dulzura y tristeza, también de amor y ternura.
“Ella, em va estimar tant, jo me l’estimo encara, plegats...”
“Palabras son que digo con amor, no tengo nada más...”
“Ven, rosa de papel, estrella solitaria. Ven, rosa de papel, triste y sin amor. Yo te daré...”
“Te vas Alfonsina con tu soledad ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?...”
” Noches tan blancas, como blanco satén, cartas escritas, que se rompen después, y...”
“Companys, si sabeu on dorm la lluna blanca, digueu-li que la vull, però no puc anar a estimar-la...”
“Amor, si tu dolor fuera mío y el mío tuyo, qué bonito sería... amor... amar...” etc.
Para no perder ni una palabra, ni una nota, no hablábamos, ni nos mirábamos. Abrazados y en silencio, mirada fijada en el ventanal, viendo como llovía fuera y como resbalaban lentamente las gotas por los cristales, como si no quisieran llegar al suelo. De vez en cuando, el ruido de un trueno o la luz de los rayos y relámpagos, nos sacaban del estado cataléptico en que voluntariamente estábamos inmersos. Un suspiro, una mirada del uno hacia el otro, como si quisiéramos saber si estábamos vivos, todavía. Después, volvemos a la catalepsia voluntaria.
A veces, te observaba disimuladamente, veía que dentro de casa también llovía. Tu dulce cara estaba húmeda, las lágrimas no te habían pedido permiso y corrían mejillas abajo, podía ser de felicidad, También de tristeza, al hacerse presentes en nuestra memoria seres que tan sólo los tenemos en el recuerdo, seres que en tiempos pasados iniciaron el largo camino, pero que su recuerdo todavía lo tenemos muy vivo.
Sí, llueve con aquella suavidad que tanto me gusta para pasear bajo la lluvia, dejándome empapar por sus finas y suaves gotas. Para mí es cómo cuando estamos abrazados y me vas acariciando lentamente, dejando que tus dedos, jugando, recorran toda mi piel, haciéndome sentir un placer indescriptible. Hoy, todavía no he paseado, bajo la lluvia. No.
Hace un instante, he releído lo que escribía tres años atrás, al mismo tiempo, pienso que todavía no ha transcurrido una hora de cuando estábamos fundidos en un gran abrazo y...
“NO CONOZCO”
No conozco tu nombre,
ni el color de tus ojos
tampoco el de tu cabello,
o el de tu piel.
No conozco la flor que prefieres,
ni la fragancia de tu cuerpo,
tampoco sé de tu suave voz,
o de tu encantadora mirada.
No conozco tus besos,
ni cómo mimas a quienes amas,
tampoco sé de tu dulzura,
o de tu sonrisa.
No conozco donde estás,
ni cual es tu habla,
tampoco sé de tu espiritualidad,
o de tus ideas.
No, no conozco todo esto y más,
ni cuando tardaremos a encontrarnos,
tampoco qué lo hará posible,
o cómo sabremos quién somos.
No, no conozco si nos haremos felices,
si juntos nos encontraremos acompañados,
o, juntos, la soledad nos llenará el ser,
o, el amor será un comprar y vender.
No, no conozco nada, pero...
necesito conocerte, sí,
abrazarte, besarte, acariciarte,
no volver a tener miedo de vivir plenamente.
No, no conozco la felicidad, así lo creo,
pero quiero participar de ella, contigo,
quiero saber del amor, contigo,
quiero disfrutar de la vida, contigo.
¿Dónde estás?, ¿Cuándo vienes? No tardes
Sinto petit, 21/05/2013
Me da la sensación de qué si ahora paseo debajo de la lluvia, perderé dos cosas: el dulce recuerdo del abrazo de hace un momento y, siendo tan reciente lo nuestro, podría ser que la fina y dulce lluvia me dejara de gustar. Si así fuera, odiaría a la lluvia, y no quiero odiarla, quiero que me recuerde siempre a ti, que me transporte en el tiempo y me haga disfrutar de aquellos momentos en los que uno más un no eran dos, sino que uno.
Y sí, fue en una plácida, gris y lluviosa tarde de primavera, sentados a dos mesas de distancia, en la terraza cerrada con vidrios, del bar "Dolça estona" cuando nuestros ojos, como si fueran imanes, no dejaron de quedarse fijados los unos en los otros. No hicieron falta palabras, ni a nadie que nos presentara. No. Con lo que sentimos, cada cual de nosotros hacia el otro, supimos que ya no había que esperar más.
La dulce y suave lluvia fue la mensajera de los sentimientos, nos lo dijo todo de nosotros. No precisamos de nada más, nos levantamos, nos acercamos, nos cogimos de la mano y despacio, salimos a pasear debajo de la suave y dulce lluvia, yendo hacia el infinito en los sentimientos.
Llueve, sí, suavemente llueve. Estoy convencido de que sin ti, cogida de mi mano, no debo pasear debajo la lluvia. Si lo hiciera, se podría romper el deseado hechizo del AMOR. Te espero y, si todavía llueve, pasearemos juntos, amando, amándonos ¿verdad?
Sinto petit, 11/05/2016
Sinto Petit | @sinto_Petit | Ganador del I concurso de Tuit-Relatos de Hortanoticias