No lo olviden: todos (y todas) somos machistas

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Se acerca el Día de la Mujer y me sigue llamando poderosamente la atención que una cuestión en la que sobre el papel la gran mayoría de las personas estamos de acuerdo como es la igualdad de derechos entre hombres y mujeres sea capaz de generar tan agrias polémicas y beligerantes ataques en el momento que esa igualdad teórica se enuncia en forma de iniciativas concretas o se denuncian las situaciones de desigualdad con nombres y apellidos.

Nadie diría en público que sí, que las mujeres son inferiores en capacidad y, por ello, deben cobrar menos en el mismo puesto de trabajo... ¿o sí? En fin que, si en teoría estamos de acuerdo, ¿por qué tanta violencia en la práctica? Creo que una parte del problema reside en que muchas personas se han 'dado de bruces' con el debate feminista cuando el movimiento ya está en fases avanzadas. Es decir, creo que muchos y muchas se han despertado de repente con una acusación de machista sobre sus cabezas y, lejos de abrirse a los argumentos e intentar analizarse, se han revuelto y han contraatacado sin miramientos para defender su 'tolerancia'.

Se han dado por superadas etapas y por sabidos conceptos que ni de lejos han sido asumidos e interiorizados por la gran mayoría de la sociedad. El “ladran, luego cabalgamos” no es aplicable a una exigencia de cambio tan profundo y que requiere implicar en el lado del feminismo y de la igualdad a la totalidad (al menos, técnica) de los habitantes de este país. No se trata de conseguir la aprobación de una ley y los que no están hoy a favor ya se guardarán las espaldas de cumplirla. Ya tenemos una ley de Igualdad pero estamos a años luz de una sociedad igualitaria.

No deberíamos abandonar, por tanto, las nociones básicas sobre las que se debe sustentar la nueva sociedad a la que aspiramos. Que el entusiasmo por conseguir el objetivo no nos impida rebajar el debate hasta los mismos cimientos para recoger e incorporar a aquellos que se han quedado al margen.

Y con ello, me refiero a situaciones como que el presentador Arturo Valls diga en la gala de los Goya que “no es lugar para reivindicaciones” e intente justificarlo días después en un programa de radio con el siguiente argumento: “Si yo tengo que contratar a un técnico de sonido, quiero al mejor, me da igual que sea hombre o mujer”.

No dudo de las buenas intenciones de Valls pero, obviamente, no entiende por qué es necesario reivindicar en una gala del cine la igualdad de género. Como él, los miles de personas que consideran un cambio innecesario, por ejemplo, que en las luces que aluden a los peatones en los semáforos de València, se incluyera hace tiempo una figura femenina (ni ya los que dicen que “identificar a una mujer con una falda es más machista”).

Sin perjuicio de que acudan ustedes a voces autorizadas y con amplia experiencia sobre el feminismo para conocer las claves de un movimiento global, necesario y urgente, sí me gustaría establecer algunas bases, esas que parece que muchos se han saltado: cuando una persona llega a este mundo y se cría en esta sociedad, mama desde su más tierna infancia la desigualdad que impregna todos los ámbitos y espacios de la vida. Así, el feminismo no es un movimiento contra los hombres, es un movimiento contra la sociedad machista y patriarcal que educa personas -tanto hombres como mujeres- machistas. En este barco, señores y señoras, estamos todos.

La importancia de que se incluya la representación de la mujer en los semáforos reside en que sirve para visibilizar y naturalizar a la mujer en la calle, en la vida cotidiana, en el día a día, en que nos permite recuperar un espacio en el que, en demasiadas ocasiones, nos sentimos inseguras y fuera de lugar. Y la cuestión vital de fomentar la contratación y promoción de mujeres en los empleos tradicionalmente relacionados con los hombres (la gran mayoría) es normalizar el hecho de que hay mujeres que se dedican a ello con la suficiente capacidad y formación para hacerlo.

Así que, señor Arturo Valls, si usted es capaz de dejar a un lado su educación, su socialización, sus prejuicios interiorizados y asentados de tal forma que es imposible reconocerlos a primera vista como prejuicios, si es capaz de olvidarse de todo ello y limitarse en una selección de personal a escoger a aquel técnico de sonido que le dé un sonido más limpio, enhorabuena, es usted un robot. Los demás tendemos a tomar decisiones condicionadas en mayor o menor medida por todo lo que somos, incluidos nuestros prejuicios de género.

Por eso seguimos creyendo que un hombre es mejor en tareas técnicas que una mujer e, inconscientemente si quieren, optaremos por el hombre a la hora de contratar pero, si hacemos un esfuerzo y tomamos consciencia del problema, seremos capaces de promocionar a las mujeres y las nuevas generaciones perderán ese prejuicio porque verán con absoluta normalidad a mujeres técnicas de sonido, a mujeres mecánicas, a mujeres juezas, a mujeres médicas, a mujeres directoras de cine, a mujeres guionistas, a mujeres taxistas y a mujeres transportistas.

Sería maravilloso no tener que insistir en que existe un problema y estar debatiendo solo sobre sus posibles soluciones pero declaraciones como la de Valls en un programa de la emisora de radio más escuchada del país, donde los entrevistadores le dieron la razón, me deja claro que no está de más volver de vez en cuando a la base, a lo primordial. Solo reconociendo que somos machistas por defecto dedicaremos nuestros esfuerzos a buscar soluciones.

1 COMENTARIO

  1. Buen aporte Celia.

    Me siguen doliendo los ojos al ver que «feminista» es positivo y «machista» somos todos los demás, guste o no guste.

    Y es que el derecho al libre pensamiento que está reconocido no queda exento de ciertos riesgos. No soy feminista, lo dejo claro entonces ¿qué soy? las defensoras de la fé y la doctrina de este -para mí- mal llamado movimiento me calificarán manual en mano como un machista de la peor calaña. Me importa y me ha importado siempre un soberano bledo.

    Si lo que se pretende es polarizar la opinión en blanco y negro, decir que esa etapa ya la dimos por superada hace años. Si lo que se pretende es que estés de acuerdo conmigo o estás contra mí, coge lo que te interese pero a mí déjenme en paz.

    No me creo de las guardianas de la moral fémina ni una sola palabra por un motivo, todas cobran un sueldo por producir agitación. Pero hay algo especialmente molesto, no solo para mí, sino para muchas personas en ambos sexos. No se habla de «algunos hombres» o «algunas mujeres», se mete todo en el mismo saco y arreando!.

    No me representan los machistas, ni los violadores, ni los maltratadores.
    No me representan las feministas que acusan a todos los hombres de sus males.

    No me representan los políticos y políticas que dicen defender a las mujeres, desde un sueldo más que estable y acompañados y acompañadas de la seguridad personal que pagamos todos y todas.
    No me representan toda la patulea de gente imberve que contrariamente al dictamen de la RAE, aplican el todos y todas. No es que sea ridículo el argumento inclusivo, es que solo produce rechazo en ambos bandos.

    Llamar portavoza a una mujer, o tratar de «feminizar» con la razón de la fuerza desde un sueldo público o sus derivados de Ongs, observatorios e institutos varios, es mezquino e insultante, y lo que es peor, no sirve absolutamente para nada.

    Hablar de brecha salarial en genérico es una forma de mentir con precisión cartesiana. En mi empresa todos cobramos lo mismo y tenemos los mismos derechos y deberes. Sería bueno que todas estas señoras y señoros empezaran por arremangarse y empezar a decir donde se produce esa brecha -que no digo que no exista- pero ayudaría a dar verosimilitud al argumentario. Sería bueno que las mujeres y mujeros comprometidas con la causa se dejaran ver por las empresas que practican tan execrable discriminación y denunciaran con su propia cara los abusos. Gritar a lo lejos lo hacen los grillos y solo sabemos que hacen ruido.

    Me quedo con la duda de tener una personalidad indefinida merced al blanco y negro. Yo sé quien soy y a quienes ayudo, a personas, sin importarme su género. Lo hago de forma anónima y sin airear mi solidaridad, porque esa me pertenece a mí, no al colectivo.

    Mi propuesta es que el feminismo deje de ser un negocio y una distracción de masas. Que sea liberal y que las guardianas se lo paguen. Por mi educación como hombre o hombra no se preocupen. A mi me enseñó mi maestra de entonces a pensar por mí mismo, a respetar a las personas y a no dejarme engañar ni timar.

    Han convocado una huelga de dos horas para el 8 de marzo. Saben que va a ser un sonoro fracaso que será silenciado a favor de un éxito inexistente. De eso ya se encarga la maquinaria al servicio de la causa.

    El día que defiendan a personas, sin importar su género hablaremos, mientras por mí solo hacen que consumir recursos económicos que deberían utilizarse en sanidad y servicios públicos de verdad.

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