Antonio M. Herrera: “Toda fábula es una traslación, una deformación alegórica en un espejo hiperbólico”

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Cántabro de nacimiento Antonio M. Herrera, este poeta, novelista y ensayista residente en Valencia acaba de publicar, dentro de la colección de poesía de la editorial OléLibros, ‘Solo son fábulas’, una obra donde según confiesa “es un paseo poético por la idiosincrasia del ser humano”. Autor de obras como ‘Esa luz que el aire tensa’, ‘Tras el vivir y el soñar’ o ‘Mirada a una mirada’, Herrera se sumerge de lleno en una de sus pasiones: las fábulas. Hablamos con este fabulador para conocer de cerca las interioridades de su nuevo trabajo.

Pregunta: ¿Cómo nace ‘Son solo fábula’, siendo un género muy poco tratado en la actualidad?

Portada del libro.

Antonio M. Herrera: Por varias causas. Por un lado el deseo de escribir, jugar, fabular sobre la realidad. Mi gusto por las fábulas viene de muy joven a partir de las fábulas de Esopo, Fedro o las más conocidas de Samaniego sin olvidar obras como ‘Rebelión en la granja’ o ‘La metamorfosis’ que siendo propuestas literarias están tratadas como fábulas. ‘Son solo fábulas’ tiene un génesis largo, yo ya tenía algunos poemas confeccionados como un divertimento de…, antropología animal podríamos decir. Finalmente decidí reunir parte de ese trabajo y realizar nuevos versos a partir de una idea de actualización y ponerlos ante los lectores como un espejo de lo que nos pasa y de lo que vivimos. Hay otras razones, entre ellas, yo vivo contacto con la naturaleza, en el campo y…, todas las circunstancias coinciden en una: por catarsis. El autor poeta se siente inquieto, preocupado, incluso  malhumorado por el acontecer social. Y ha echado mano de los espejos deformantes del ‘Callejón del gato’, esa escena fascinante de Valle Inclán en ‘Luces de bohemia’. Toda fábula es una traslación, una deformación alegórica en un espejo hiperbólico, un gesto de humor, de buen humor.

P.: Cuando uno lee ‘Son solo fábulas’ descubre que intenta escapar del modelo clásico que suele acompañar el género, ¿buscaba una nueva forma de aproximarse al formato?

A.M.H.: Me he tomado la libertad de trabajar métricas algo más libres, también por una rima más popular intentando que la musicalidad del texto no sea repetitiva o machacona. Por otro lado no quise caer en la tentación de ofrecer moralejas. He preferido que sea el lector quien extraiga su propia conclusión. No busco un adoctrinamiento ni una única visión, prefiero la reflexión y la mirada irónica y que sea el amable lector quien tome la decisión de darle su punto de vista a la fábula. Como autor prefiero que el receptor quien deduzca por sí mismo lo que aparece en el relato. Si sabe leer, lo hará acertadamente.

P.: Todos tienen un punto de humor pero también muchos guardan una mirada de ironía amarga y hasta cruda, ¿quería inquietar a los lectores?

A.M.H.: (ríe) ¡Hombre, no sé si inquietarlo pero sí mover su consciencia! Hay que reconocer que la tradición es que la fábula tenga componentes de humor, ironía y una cierta moraleja. Por eso, la fábula se ha incluido siempre en el género didáctico. En estas, sin embargo, el autor es un pensador, un analista, un crítico, presenta un rasgo, un carácter y, sonriendo pícaramente, lo ridiculiza. Se compromete, claro, no se lava las manos. Y pide que el receptor haga lo mismo. Lo que no pretende es ser un terapeuta o un predicador. Por eso, he titulado ‘Son solo fábulas’, una caricatura, una hilarante diatriba. Como poeta, muy machadiano, admirador de Mairena, siempre he sido un profesor incitador, impulsor del análisis y de la crítica, portador de valores, no un catequista. Como si dijera: si tú quieres ser así, un pavo real, un lagarto verde, un macho cabrío, etc…, allá tú… La fábula es un juego, un espejo en el que uno se puede mirar y saber qué tipo de  imagen le devuelve.

Antonio M. Herrera.

P.: Cada uno de los once capítulos del libro está encabezado por un título ¿indicativo, sugerente, poético, puerta de entrada.....?

A.M.H.: Efectivamente;  cada apartado o epígrafe responde a una estructuración o foco temático: la idiosincrasia individual o colectiva, el ruido en todas sus manifestaciones, el terror, la diferencia, la marginación, el acoso, el poder y la ley, la política, la educación, etc. He querido hacerlo como una manera de guía o espacio temático para adentrar a los lectores a esos lugares en el que la fábula también tiene algo que decir.

P.: El epilogo es muy gracioso, es todo un homenaje no solo a los grandes fabuladores sino también a sus fábulas más reconocidas desde una nueva óptica.

A.M.H.: Era un tributo necesario y, creo, una forma de cerrar el libro como un nuevo juego. Todos los grandes fabuladores cumplieron una doble misión: la del arte y la de la pedagogía. Mi admiración a ellos es total. El epílogo del libro lo manifiesta. Y para marcar el carácter de eternidad que tuvo su obra, se revisan o actualizan algunas de sus fábulas, demostrando que lo que dijeron entonces sigue vigente hoy, aunque cambiando el enfoque o algún detalle particular. El ser humano tropieza en la misma piedra, pero siempre de distinta forma. Hasta el colofón del libro es un homenaje a ellos. Samaniego publicó su primera colección de fábulas precisamente en Valencia, hace ahora 240 años. Es un tributo honoris causa.

P.: Mil gracias Antonio por traernos el universo de la fábula al siglo XXI y deseamos que sean muchos los lectores que se sumen a este juego casi infantil pero muy dirigido a los adultos.

A.M.H.: Gracias a vosotros y…; sí, aunque parece para niños y jóvenes la audiencia de este libro es para adultos y espero que los disfruten tanto como yo al escribirlo.

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