Las señas de identidad valencianas

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Yo creía que el hacha de guerra de las antiguas cuitas, entre los llamados “blaveros” y los “pancatalanistas o nacionalistas”, respecto de nuestra simbología institucional, así como de nuestras señas de identidad que nos definen y distinguen como pueblo, había sido definitivamente enterrada y finiquitada de por vida. Primero, porque toda la simbología y lengua oficial del pueblo valenciano está contemplada en nuestro Estatuto de Autonomía. Aprobado por cierto, por un amplio consenso de las fuerzas políticas que, por aquel entonces, representaban casi por completo los intereses generales de la sociedad civil valenciana. Y, en segundo lugar, porque respecto al resto de las señas de identidad valencianas, podemos apuntar igualmente que, salvo algún que otro rifirrafe intermitente a causa de las provocaciones de los unos contra otros, desde finales de los años 80 la paz social, aunque a veces “tensa” entre todos los grupos beligerantes, se ha venido manteniendo tácitamente hasta nuestros días.

Ahora bien, a la vista de todo lo que va aconteciendo día si y al otro también, desde la aprobación de la derogación de la ley que protege las Señas de Identidad valencianas, simplemente podríamos apuntar a sensu contrario, que nuestras esperanzas se han visto truncadas una vez que los nacionalistas de Compromis han tenido la oportunidad de meter la cuchara en la hoya del poder. Eso, si tenemos en cuenta el carácter y poder de decisión que se imprime en aquellos que por primera vez se encuentran gestionando los cajones del presupuesto, pisando moqueta, calentando pomposos sillones y desplazándose en coches oficiales. Todo ello, inmediatamente después de los veinte largos años donde el PP ha ejerciendo el ordeno y mando, envuelto permanentemente en la real Seyera, como si fuera de su exclusiva propiedad. Y es que, hasta tal punto ha llegado el sentido de propiedad de los populares sobre la totalidad de las señas de identidad que conforman la arquitectura social valenciana, que mucho me temo que, llegado al caso, hubieran sido capaces, incluso, de intentar suplantar el murciélago que corona nuestra real enseña o pendón regio, por la gaviota pepera. Por eso, es ahora aprovechando este nuevo lio, por lo que nos vuelven a vender electoralmente que solo ellos son los “Carlomagnos” del Reino y. por lo tanto, los únicos fieles guardianes de los “valores y ortodoxia valenciana” que, en su día, a través de su mayoría absoluta, enfundaron en una ley de protección de las Señas de Identidad de nuestra tierra: desde la horchata de chufa hasta las fallas, pasando por la paella o nuestras fantásticas bandas de música, etc, etc, etc.

Al respecto, no hace tanto tiempo que le comentaba a un viejo colega de la “canallesca”, con el que compartí en vivo y en directo mil y una vivencia en aquella época donde se desarrollaba con gran virulencia la llamada “batalla de Valencia” de los años 80, por los símbolos y señas de identidad de la tierra, que al igual que García Márquez escribió una de sus obras maestras: “ La crónica de una muerte anunciada”, a la vista de los últimos resultados electorales se podría haber escrito igualmente a renglón seguido, otra novela esta vez titulada: “La crónica de un follón anunciado”. Y digo esto, porque dicha controversia o lio estaba más que previsto y cantado a modo de vendetta siciliana, con la llegada de los chicos del Bloc y Compromis a las instituciones.

Las heridas por lo que se ve se han vuelto a abrir sin visos de que se puedan cerrar a corto plazo, a raíz de la derogación de la precitada ley pepera. Bofetada nacionalista, a decir de muchos innecesaria e impropia por estar fuera de tiempo y lugar. Y que curiosamente, a la larga volverá a beneficiar y mucho, sin duda alguna, a la peña de los populares. Huestes que, listas y prietas sus filas, ya ha empezado a preparar, como era de esperar, los quioscos o puntos de venta de todo tipo de envases llenos del más puro sentimiento identitario valenciano. Eso sí, mancillado y pisoteado por las hordas “catalanistas”, “independentistas” y “vendepatrias”. Argumentario alarmista, esgrimido hábilmente por sus magníficos equipos de propaganda.

Yo creo sinceramente que la derogación de esta ley que no molestaba a nadie, y que por otro lado, la mayoría de los valencianos no nos acordábamos siquiera de su existencia, quizás, por su escasa relevancia practica, al final de una manera u otra acabara por pasar factura a tirios y a troyanos por igual. Y es que, mal acaba siempre el imbécil que intenta remover las entrañas de un avispero a golpes de vara, sin que el mismo no termine a buen seguro en las urgencias de un hospital, acribillado por los aguijones de tan simpático insecto. Siendo que las consecuencias de reabrir una nueva guerra sobre las señas de identidad y sentimientos de los valencianos, independientemente de los cadáveres políticos que quedaran por el camino, solamente tendrá a largo plazo un claro ganador que se llamara PP

Y mientras el Psoe se ha mantenido fiel, por la cuenta que le trae, al guion preparado y ejecutado por sus socios de Compromis, en cuanto a votar la derogación de la ley sobre las Señas de Identidad Valenciana, el nuevo partido en las Cortes valencianas, Ciudadanos, va a pagar según casi todos los analistas políticos, todos los platos rotos a causa de la yo diría novata, inocente, candorosa e inexplicable división interna en su grupo parlamentario, nunca vista por mí en ningún otro partido, donde de sus trece diputados, siete votaron junto con los nacionalistas de Compromis, Podemos y Psoe. Siendo los otros seis, pertenecientes casi todos ellos a la dirección orgánica del partido, los que siguieron la estela creo que más adecuada e inteligente de la abstención, en este envenenado caso concreto.

Y digo inteligente, entre otras razones, porque los réditos o beneficios electorales que pudiera obtener este joven partido votando junto con los nacionalistas de Compromis y Podemos, casi seguro que van a ser nulos, en contraposición con la pérdida de credibilidad que puede suponerle dicha postura, si tenemos en cuenta que más del 70% de los votos obtenidos por Ciudadanos, provienen directamente de los silos o sementeras de votos del partido de la gaviota. Por lo tanto, la abstención sin fisuras de todo el grupo parlamentario al completo, a decir de muchos analistas, hubiera sido la posición, cuanto menos, más prudente y cauta de cara a esa galería electoral que, hasta ahora, ha estado viendo a Ciudadanos como un partido de CENTRO, muy joven pero a su vez eminentemente conciliador.

Por lo tanto, este conflicto sumamente enquistado y antiguo entre dos formaciones que nada tienen que ver con el posicionamiento nuevo y regenerador de Ciudadanos, no debería de haber influido lo mas mínimo en este partido a la hora de ejercer su voto, ni a favor ni en contra de nadie, ya que esta no era su guerra. Ni estos los charcos donde haber pisado, ni los jardines donde adentrarse gratuitamente. Siendo lo más absurdo e incomprensible del caso, que dichos votos no han supuesto para la formación naranja ninguna contraprestación o beneficio a corto plazo. Máxime, según todo apunta, cuando la mayoría de las bases, muchas de ellas de origen claramente peperas y otras de Unión valenciana, abogaban reiteradamente por una clara abstención que no los hubiera comprometido absolutamente en nada. Bases, por otro lado, curiosamente alineadas casi mayoritariamente con la dirección orgánica del partido, cuyos cargos se decantaron finalmente por no votar afirmativamente junto con el tándem compuesto por los nacionalistas de Compromis y Podemos . Dicho lo cual, a nadie se le escapa el tremendo y generalizado cabreo que actualmente existe entre la mayoría de las bases de los centristas naranjas, actualmente, según algunos, machacados públicamente a diario por las huestes peperas, a causa del sentido de su voto junto a los nacionalistas.

José Antonio Sorzano | @JoseSorzano | Periodista y abogado

1 COMENTARIO

  1. Buen artículo el de D.Jose Antonio Sorzano, que evidencia su gran conocimiento del asunto. Ciertamente herida no desinfectada y mal creada, por intereses de ambos partidos mayoritarios pero nunca por el interés de los ciudadanos, que han sido vapuleados por uno y otro pero, para bien o para mal, gracias a el famoso meninfotismo, al caracter noblon y poco dado al bronqueo, la problematica de las señas de identidad no han sido, hasta hoy, causa de mayor gravedad.
    No obstante, la idiosincrasia del valenciano que ha tenido que comulgar con ruedas de molino por ambos, y aguantar carros y carretas, no se le minusvalore, no se le menosprecie y tire en exceso de su paciencia, porque hay algunos puntos de las manoseadas «señas» que, pueden dar con la medida límite y hartazgo del sufrido y pisoteado (por regímenes y partidos) paciente, socarrón y benévolo valenciano.

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