La importancia de llamarse Ricardo

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Hay una generación, concretamente la mía, que creció con la idea de que los nombres molones eran en inglés y los restaurantes chic se inventaron en Estados Unidos. Y no deja de ser curioso, porque proveníamos en muchos casos de familias de agricultores donde los mejores tomates y las mejores paellas, por poner dos ejemplos sencillos, estaban cada domingo en nuestra mesa como si fuera algo habitual (pregunta ahora que te cuestan unos u otra en cualquier local de la ciudad).

Amparo González y Ricardo Mirasol. Fundadores Bar Ricardo
Amparo González y Ricardo Mirasol. Fundadores Bar Ricardo

En mi caso, además, pasé la adolescencia entre las calles Norte y Doctor Zamenhoff, haciendo amistad con el sobrino de un señor que tenía un bar pero sin embargo no pisándolo en aquellos años. Quizá porque no nos planteábamos lo que representaba. Aunque me inclino más a pensar que era porque el dinero nos lo gastábamos en petardos, golosinas y revistas.

Con el tiempo, sin embargo, pones en valor lo que viviste antes de la edad adulta. Y vuelves a ello además con la mirada emocional de haber formado parte, de algún modo. Aun habiendo visitado lugares con Estrella Michelin, los almuerzos, la sepia o la ensaladilla forman parte siempre de tu imaginario gustativo. Pero, más allá todavía, de aquel que te lleva a conversaciones desenfadadas, al sol de Valencia, con personas con las que quieres sentarte un rato largo.

Ricardo y Susana
Ricardo y Susana, Foto José Luis Chiclana

En la era de la conciliación, no es fácil apostar por la vida sin horarios (o con demasiadas horas trabajadas) de la hostelería. Mucho menos si el negocio es familiar y no solo implica a todo tu núcleo, sino que incide directamente sobre él. Con viajes no realizados. Festividades laboralizadas. O madrugones a los que siguen jornadas que acaben muy tarde por la noche.

Aun así, lejos de la tendencia de negativizar, siempre subyace un aspecto fundamental: hacerlo todo con los tuyos todos los días. Que vuestro éxito sea no solo conjunto, sino compartido. Y que además, 75 años después, esté convirtiéndose en el tótem que honra a los que te precedieron en épocas que seguramente fueron más difíciles que esta. Porque el COVID fue duro, pero la posguerra lo fue más y duró más tiempo.

ensaladilla rusa del bar Ricardo

La honestidad por encima de todo

Hay quien quiere ser empleado (o seguir siéndolo) en el Bar Ricardo, porque sabe que aquí la honestidad prima por encima de todo. Por ejemplo, cuando decides pedir un par de cigalas y te advierten que la cuenta se te puede ir de precio, en lugar de frotarse las manos. O cuando te piden que trates por igual a quien viene a tomar medio bocadillo a mediodía que a las personas que se aprovechan del producto de alta calidad que se exhibe en sus vitrinas.

Un producto, dicho sea de paso, que tiene un enorme mérito encontrar allí. Habida cuenta del enorme incremento de restaurantes de alta calidad que han proliferado en la ciudad en los últimos años y la pelea (amistosa) por ofrecer lo mejor a sus clientes de manera recurrente.

Las patatas bravas del Bar Ricardo

Richard (nos hemos ido al anglicismo con el que conocen al nieto de la fundadora. Qué le vamos a hacer) y Susana abren de martes a sábado para dar dos días de descanso seguidos a su gente, aunque ellos no paren de pensar en qué harán a la siguiente semana. Y todavía sirven aquel pulpo que los padres de él introdujeron como novedad en Valencia.

Pero, además, resulta que uno de sus hijos ya se acerca a la cocina tras haber limpiado meros casi antes de saber cortar la comida con un cuchillo. Y el otro ha heredado la pasión por la sala de su padre, quien ha conversado durante décadas con empresarios, deportistas o artistas de nivel nacional e internacional.

Sepia con mahonesa

En la denominada 'ciudad de los 15 minutos', donde solo necesitas ese tiempo para encontrar cualquier cosa que busques a tu alrededor sin utilizar un medio de transporte motorizado, nadie se plantea no acudir a la confluencia entre la Gran Vía Fernando el Católico y el cauce del río. Porque, al igual que sus alcachofas, el Bar Ricardo es kilómetro cero de la gastronomía local.

Alcachofas con foie

Y, a este paso, es enormemente probable que acabe celebrando sus 100 años de existencia.

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