La libertad que encontramos para movernos y navegar en la red nos debería llevar a todos a hacer una reflexión, plantearnos una simple cuestión: ¿la libertad con la que me muevo por la red es proporcional a la seguridad de mi intimidad? Evidentemente no, y lo peor es que somos conscientes de ello o cuanto menos lo intuimos. Cada paso virtual que damos, en una búsqueda, deteniéndonos en un contenido, compartiendo un enlace, haciendo un comentario, subiendo una imagen nuestra… da igual lo que sea, cada vez que realizamos ese tipo de tareas que entendemos como cotidianas, cada vez que aceptamos sin leer las condiciones de seguridad o privacidad de un sitio, incurrimos en una suerte de indefensión, no es tan grave como ‘dar pistas al enemigo, ’ pero sí que arrojamos datos que son almacenados e investigados por terceros y que sirven luego para definir estrategias comerciales, y de una manera consciente o inconsciente ya casi todos lo sabemos.
También es verdad que el sentido de privacidad o seguridad que tienen generaciones jóvenes difieren mucho del rigor con el que se las plantean la mayoría de adultos. Y sobre esta cuestión deberíamos hacer un esfuerzo didáctico, tanto profesionales como tutores y padres por concienciar mejor a los jóvenes de los riesgos de renunciar a nuestra privacidad.
Términos como #sexting, #bullying, #grooming o #selfies puede que a muchas personas adultas no les suenen mucho, pero en cambio, los adultos, sí que tienen un sentido desarrollado y le dan el valor que tienen a cuestiones de seguridad, privacidad o intimidad de las personas. En cambio, los jóvenes, nuestros hijos o sobrinos, por ejemplo, es probable que sepan el significado exacto, aunque, por el contrario, no tengan la misma sensación de alerta o peligro.
Por ello, es muy importante dialogar con los más jóvenes y hacerlo con una mentalidad abierta pero controlando y poniendo límites claros para que su adolescencia se desarrolle con las mejores garantías posiblesde seguridad.
La sextorsión cada vez aparece en más titulares y es que cada vez es mucho más sencillo debido al fácil acceso de los niños a ordenadores, tabletas o móviles con cámara. La sextorsión, por ejemplo, tiene su origen en el chantaje realizado a partir una posesión de imágenes o vídeos íntimos de la víctima por parte del chantajista. En cuanto a la finalidad de este chantaje siempre suele ser la obtención de dinero o conseguir el dominio de la propia voluntad de la víctima. Es necesario educar a los menores para que no ofrezcan imágenes con contenido íntimo a gente conocida o desconocida, ya que siempre puede entrañar un grave riesgo.
Miguel Ángel Garcerá | CEO de Webcam Security System | Lookandlock.com
