Todo está guardado en la memoria en ‘Un lugar de partida’

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Juan Carlos Garés e Iria Márquez.

Dice el cantautor León Gieco en su tema ‘La memoria’: “La memoria estalla hasta vencer a los pueblos que la aplastan y no la dejan ser libre como el viento”. Irá Márquez (actriz, dramaturga y directora escénica) recurre a la memoria para poner sobre las tablas de Sala Russafa su ‘Un lugar de partida’. No solo a la memoria personal (su ficción apela a sus raíces familiares) sino que colectiva; a aquella que en los años ’60 del siglo pasado motivó la salida de miles de españoles a la emigración en busca de un futuro laboral mejor y un sustento económico que España no ofrecía (el eco de aquella situación parece actual, ¿verdad?). Así se plantea la vida de Ángel y María Jesús, un matrimonio que se instala en Berlín para comenzar una vida más próspera lejos de los afectos y el calor familiar. Y allí, ubicados en su pequeño y modesto piso, la pareja empezará a vivir los efectos del cambio: una lengua distinta, un modelo laboral diferente, otras costumbres, otras comidas, una socialización nueva…, sí, la emigración supone cierto juego de adaptación y permeabilidad y Ángel y María Jesús empiezan a sentirse náufragos sin tierra. En sus viajes veraniegos a España ambos (especialmente María Jesús) se sienten extraños, habitantes de unas raíces trasplantadas a miles de kilómetros.

‘Un lugar de partida’, quizás porque su argumento ficciona desde bases autobiográficas, focaliza la naturaleza del desarraigo en el personaje de María Jesús. Es ella, de manera más acentuada, quien prioriza los sentimientos de añoranza, nostalgia e identidad al terruño. El peso familiar, la carga de la lejanía, su emotividad y sentimientos desbordados quedan reflejados en su relación con Ángel, de quien conocemos poco su universo familiar e íntimo pero si su sentido pragmático de la vida y su valoración sobre el desapego. Este desequilibrio temperamental (muy bien expuesto en la dramaturgia), hace que la obra juegue muy a favor sobre la visión que ambos tienen sobre el entorno familiar y la pertenencia. Será María Jesús quien vuelque la balanza en volver al ‘lugar de partida’ para iniciar, desde cero, un nuevo ciclo en la pareja mucho más pegado a sus identidades emocionales.

La dupla Iria Márquez/Juan Carlos Garés funciona como un reloj suizo en la escena. Ambos se conocen desde hace años y son muchas las obras en la que han participado y colaborado, lo que permite una complicidad que llega con facilidad y mucha profesionalidad al espectador. Como directora, Márquez ha sabido jugar la disposición de los elementos escénicos para darle vida a cada fragmento de la obra y permitir que el espacio cobre una natural personalidad. La utilización del audiovisual permite complementar los pasajes de la pareja protagonista y su recurso apoya, con acierto, transiciones y oportunos personajes que completan la vida de Ángel y María Jesús. Merece celebrarse, con aplausos, la propuesta arriesgada de ‘Un lugar de partida’ que logra aportar una mirada propia (y sincera) sobre la emigración, con el sabor del costumbrismo y la reflexión sociológica. “Todo está escondido en la memoria, refugio de la vida y de la historia”.

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