Ayuntamientos y cambio climático

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En los últimos meses hemos oído hablar más que nunca de cambio climático, y no es para menos, pues ya es una evidencia que la rapidez con la que éste fenómeno se está desarrollando está causando diversas alteraciones en nuestro Planeta. Hay menos hielo en los polos, el mar aumenta, desaparecen islas y especies y los fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos e impredecibles.

Ya no se trata sólo del oso polar o de la selva amazónica de la que tanto se ha oído hablar en semanas pasadas. Cuando hablamos de cambio climático hablamos de que los cultivos tradicionales valencianos han cambiado sus ritmos –y de paso han dejado desfasados algunos refranes-. Hablamos de que plagas como la del mosquito tigre se han adaptado perfectamente a un clima cada vez más tropical y de que lo ha hecho en épocas en las que tradicionalmente por la llegada del frío aquí ya no teníamos mosquito. Hablamos también de cambio climático cuando hablamos de la erosión de las playas del Saler y de lo frágil que es el ecosistema de la Devesa –ayudado por el cambio de corrientes derivado de las sucesivas ampliaciones del Puerto de Valencia, dicho sea de paso-.

Por ello, la implicación de los ayuntamientos en la ralentización y adaptación al cambio climático es fundamental. Las medidas municipales tienen que ir necesariamente más allá del día del árbol o del de la bicicleta. Se deben implementar planes de reducción de energía eléctrica, pues gran parte de la que consumimos aún se produce con carbón. Se han de repensar los cascos urbanos, favorecer otras movilidades y adaptar las ciudades para el peatón. Reverdecer nuestras calles y fomentar un consumo racional son factores fundamentales.

Desde l’Horta contemplamos en demasiadas ocasiones como la ciudad de Valencia, ese núcleo poblacional y comercial que pisamos muchos a diario, avanza en esta materia. Es allí donde se está implementando una amplia red de carriles bici, donde el transporte público funciona también de noche o donde se ponen en marcha planes de recogida de la fracción orgánica de nuestra basura (por cierto, a partir de 2020 ya no se escapa ningún municipio).

No obstante, y a pesar de que ya hay iniciativas interesantes como la reivindicación del carril bici que conecte la Avenida del Cid de Valencia con ciudades como Quart de Poblet, o el tan esperado puente que acabe de unir el vial ciclopeatonal de la CV400 con el barrio de San Marcelino de Valencia salvando el cauce nuevo del río Turia, aún estamos atrás.

La enorme conurbación que representa l’Horta con la ciudad de Valencia debe ir al mismo ritmo que la ciudad, empezando a pensar en trabajar en materia de cambio climático de manera mancomunada, aprovechando la reciente puesta en marcha del Consell Metropolità de l’Horta. Ideas no faltan: corredores verdes, como bien podría ser el del Barranco de Chiva desde Torrent a Massanassa, Catarroja y l’Albufera; interconexión de los sistemas públicos de préstamo de bicicletas; la puesta en marcha de las tan necesarias líneas de transporte nocturno (ahora que ya hay Metro también en las noches de los fines de semana); la intermodalidad del billete de Cercanías de Renfe con la EMT, Auvaca o Metro; la conexión de los carriles bici de l’Horta ; o el avance del anillo metropolitano.

La lucha contra el cambio climático, para mitigarlo y ralentizarlo, que no pararlo puesto que ya es imposible, debería ser una tarea conjunta de todos los ayuntamientos, y en l’Horta tenemos la oportunidad perfecta para que, de la mano de Valencia, seamos ejemplo para España y el mundo entero. Para ello es necesario dar la mano a ayuntamientos, mancomunidades, diputaciones y gobiernos de todo tipo. Tiempo no sobra.

[ Fran Raga | @FranRaga | concejal del PSPV-PSOE de Massanassa ]

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