‘Adictos’ y la levedad del discurso

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Los binomios temáticos como libertad/seguridad o poder/independencia se manifiestan en más de un texto teatral, literario o cinematográfico. Sin dudas sus conceptos son referencias ineludibles para indagar de qué modo y de qué manera afectan al orden y la conducción social cuando la libertad (individual o colectiva), o la independencia (personal, política o comunitaria) se ven amenazadas, en claro retroceso o anuladas (recuerden libros tan interesantes como ‘1984’, de G. Orwell o ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley).

‘Adictos’, obra recién estrenada en el Teatro Olympia, busca en el choque de conceptos erigirse como un discurso reflexivo entorno a la capacidad que tiene el poder político y empresarial (en este caso aliados), no solo de controlar y manipular la actividad social sino de decidir, tras ser controlados, quiénes son prescindibles dentro del nuevo orden a instaurarse.

La científica Estela Anderson (Lola Herrera), creadora del programa Nova 7, una especie de HAL 9000 que se instalará en cada vivienda a modo de ‘programa censal’, descubre que los resultados de sus años de investigación no tienen los fines éticos y sociales para los que fue concebido su proyecto. A partir de ahí se replantea su trabajo.

Una imagen del espectáculo.

A modo de relato distópico, nos encontramos un mundo de desigualdades, en situación de crisis, colapsado y deshumanizado en el que participan, una psiquiatra, Soler (Lola Baldrich) y una afamada periodista, Eva Landau (Ana Labordeta).

‘Adictos’, planteado como thriller de ciencia ficción ‘de inmediatez’, apela a unos cuantos lugares comunes de la ficción tecnológica y científica que no acaba de convencer. Meter en dedo en la llaga de la ingeniería social, respecto a la telecomunicación y la información, requiere un argumento más sólido y de tejido más comprometido. La débil trama afecta a unos personajes que no acaban de estar resueltos y redondos. Si bien la propuesta escénica arriesga poco y propone poco, su planteamiento minimalista, en la que imperan los blancos impolutos y los juegos de luces, crea una atmósfera aséptica, fría y futurista que ayuda a sostener la historia.

Pese a los altibajos del texto, el trío protagonista formada por Ana Labordeta, Lola Baldrich y Lola Herrera (magnífica en sus intervenciones), logra defender con buenos resultados la fragilidad de sus personajes. La dirección de Magüi Mira, como responsable de la obra, deja buen sabor de boca en las interpretaciones, algo que favorece la desnivelada dramaturgia. Puede que el texto creado por Daniel Dicenta Herrera y Juanma Gómez pretenda ser un llamado de atención sobre el peligro que generan de las tecnologías para el control de masas, pero…, la fuerza de la proclama termina siendo descafeinada.

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