‘Sáhara’, voces y dolor que se pierden en la arena

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Bajo dirección y texto de Chema Cardeña sala Russafa estrenó ‘Sáhara, crónica del desierto’, una obra que parte del intenso viaje que un soldado del Frente Polisario realiza, llevando un prisionero marroquí para intercambiar, junto a un anciano líder saharaui, su hija y una cooperante española, para alcanzar Dajla, ciudad perteneciente al territorio de Marruecos.

Desde este micromundo la obra no solo inicia un recorrido por las tragedias vitales de los personajes (territorios partidos, identidades opuestas…), sino que ahonda en el dolor y las voces de pueblos utilizados como piezas de un gran tablero político (y social), sobre aquella parte del norte africano.

Una imagen de la obra.

Cardeña teje, con sabia dosis narrativa, una encrucijada de relatos que afecta a cada uno de sus personajes y transmite, desde lo individual, el germen de un legado donde la injerencia política (interna y externa), acaba dejando las heridas, de décadas de injusticia y deshumanización, sobre los pueblos originarios.

Con una puesta en escena minimalista (estupenda la idea de un cubo de arena como duna movible), un diseño de luces muy preciso y unas ajustadas proyecciones que acompañan la escenografía, ‘Sáhara’ recrea con precisión la angustia, el penar y las incongruencias de sociedades enfrentadas en un suelo tan inestable y movible como el desierto.

Magníficas las interpretaciones de Iria Márquez, Juan Carlos Garés, Jorge Muñoz, Cristina Yáñez y José Zamit, que dan credibilidad a sus sólidos personajes (estupendo el juego del espacio escénico dividido como una metáfora del camino y la acción argumental).

‘Sáhara’ conmueve por su propuesta, al tiempo que invita a una larga reflexión sobre aquel paisaje humano enclavado entre un mar de arena y la libertad del océano. Sin duda, un teatro de compromiso en tiempos de aflicción.

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