Medios, protocolos y planes de actuación en las residencias de ancianos

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Es de sentido común que las residencias de ancianos tengan que cumplir ciertas normas específicas promulgadas por la legislación vigente de carácter estatal, junto con algunas exigencias adicionales contempladas en la normativa de las diferentes comunidades autónomas.

Y es que esas obligaciones legales pretenden evitar que se produzcan situaciones de desamparo o desatención de las necesidades básicas de las personas mayores.

Pero más allá de la normativa de obligado cumplimiento, son muchos los protocolos y planes de actuación voluntarios que pueden ser adoptados en particular por cada establecimiento residencial, todos ellos destinados a que las personas mayores disfruten de la mayor calidad de vida posible.

De este tema hemos hablado con los responsables de Santa Rita, un grupo especializado que cuenta con ocho residencias de ancianos Barcelona, en Sabadell, en Castelldefels y en Cornellà, algunas de las cuales también funcionan como centros de día.

Y de esa conversación hemos extraído las siguientes conclusiones, todas ellas relacionadas con los protocolos y servicios que deben tenerse en cuenta a la hora de elegir una buena residencia para nuestros mayores.

Evaluación del residente y disposición de recursos humanos y materiales

Antes de ingresar en una residencia, esta debe realizar una evaluación exhaustiva del residente. Esta evaluación debe medir el nivel de autonomía, las facultades mentales y el estado de salud general del individuo.

La residencia ha de disponer de equipamiento y personal suficientemente formado para tutelar y atender las necesidades específicas del candidato a residente.

A modo de ejemplo, si el futuro residente precisa de rehabilitación para mantener la movilidad, es imprescindible que el establecimiento residencial disponga de salas de fisioterapia y de profesionales especializados en rehabilitación funcional gerontológica.

Diseño y desarrollo de un plan de atención integral

La residencia debe promover al máximo la calidad de vida de cada residente. Esto se logra mediante el desarrollo de planes de atención integrales que abarquen los siguientes aspectos:

  • El bienestar físico
  • El bienestar psíquico
  • El bienestar social

Es decir, no solo se trata de que la persona mayor esté correctamente aseada, alimentada y medicada, sino de posibilitar el disfrute de una vida activa y plena.

Obviamente, habrá casos en los que no sea factible conseguir este último objetivo, como puedan ser los de las personas que sufren un deterioro cognitivo muy severo o los de los ancianos cuya capacidad de movilidad es totalmente nula.

Adaptación a los hábitos vitales y preferencias de la persona mayor

La atención a cada uno de los residentes debe ser 100 % personalizada y adaptada a sus necesidades, sus intereses y sus preferencias personales.

Esto implica, en aquellos casos en los que la persona mayor se valga por sí mismo, no coartar su libertad de elección de actividades ni restringir sus movimientos o salidas al exterior, con la lógica salvedad de los horarios de apertura y cierre de la residencia.

En la medida de lo posible, el hogar de ancianos debe otorgar al residente el derecho a tomar decisiones con respecto a su vida diaria, incluidas las relacionadas con su atención, sus horarios y las actividades en las que participa.

En definitiva, se trata de no imponer actividades ni obligar a la persona a cambiar radicalmente sus hábitos de vida.

Trato respetuoso y mantenimiento de la dignidad de los residentes

En la mente de todos están imágenes televisivas muy recientes en las que los ancianos son tratados de manera irrespetuosa o incluso vejados.

Muy al contrario, una residencia de confianza ofrecerá dignidad y respeto a cada residente, independientemente de su edad, de su estado físico o de su estado mental.

No basta con asegurarse de que el anciano esté correctamente atendido. Si la persona mayor percibe que es manejada de forma automática, como si fuese un objeto o un muñeco, esto provocará que aumente su sensación de inutilidad y su angustia, con el consiguiente impacto negativo en su bienestar mental y psicosocial.

En este sentido, no debe olvidarse que el deterioro del bienestar mental siempre lleva aparejado un empeoramiento de la condición física.

Actividades de prevención y reversión del deterioro de las capacidades

La residencia también debe prevenir, o intentar revertir si este ya existe, el deterioro de la capacidad del residente para realizar las actividades básicas de la vida diaria, como trasladarse por sus propios medios, comer, comunicarse, socializar, ir al baño, vestirse o asearse.

Y si la capacidad del residente para realizar las actividades de la vida diaria se deteriora progresivamente, el establecimiento gerontológico debe proporcionar los medios necesarios para minimizar los efectos negativos de esa disminución de capacidades.

Supervisión integral permanente

La residencia de ancianos supervisará permanentemente el estado en el que se encuentra cada uno de los residentes, prestando en todo momento los cuidados adecuados, como:

  • Nutrición e hidratación
  • Higiene bucodental
  • Asistencia para ir al WC y realización del posterior aseo
  • Ayuda para vestirse, desvestirse y desplazarse por las dependencias comunes

La supervisión se extiende a las tareas de prevención de caídas u otro tipo de accidentes, lo que incluye el control del uso de dispositivos de ayuda a la movilidad y las labores de limpieza y mantenimiento de gafas y audífonos.

Servicios médicos y de enfermería

Dejamos para el final el apartado de los servicios sanitarios. En este sentido, es importantísimo el control más estricto del arsenal medicamentoso que la mayoría de los ancianos tienen que tomar.

No menos importante es que el establecimiento residencial cuente con personal de enfermería experimentado en las lesiones y trastornos típicamente gerontológicos como, por ejemplo, las úlceras por presión, los problemas dermatológicos o las irritaciones en las zonas íntimas.

Igualmente, es muy recomendable la presencia habitual de un médico generalista que supervise periódicamente el estado de salud de los residentes.

Proporcionalidad entre el coste y la prestación de los servicios

Una buena residencia de ancianos debe optimizar eficazmente sus recursos, a fin de que la legítima rentabilidad económica del establecimiento no se logre a costa de un menoscabo de los servicios prestados.

En este último sentido, los responsables de Residencias Santa Rita han aprovechado la ocasión para comentarnos que no hay en nuestro país muchos competidores que estén en condiciones de igualar la relación entre calidad de servicio asistencial y precio de sus residencias de ancianos y centros de día.

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