1951. Una visita Real: Manises, capital del legitimismo

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Manises. 1951. De derecha a izquierda: Miguel Martínez, Miguel Montaner Nadal, Sara Peris, Vicente Valero, don Javier de Borbón Parma, doña Francisca de Borbón.
Manises. 1951. De izquierda a derecha; Miguel Martínez, Miguel Montaner Nadal, Sara Peris, VIcente Valero, don Javier de Borbón Parma, doña Francisca de Borbón.

Con independencia de lo que pudiera hacer el ejército, decenas de miles de carlistas estaban dispuestos a tomar las armas en 1936 como habían hecho sus antepasados cien años antes. Prácticamente agonizante al producirse el advenimiento de la República, el derrumbamiento de la dinastía liberal y la persecución religiosa desatada por el nuevo régimen, hicieron que el carlismo tomara fuerza y que una vez más, los boinas rojas se alzasen en defensa de Dios, la Patria y el Rey.

En una Europa en que se enfrentaban las viejas democracias frente a los nuevos totalitarismos, el carlismo, la más anciana de las fuerzas políticas del viejo continente, se lanzó a su última contienda con el mismo entusiasmo que la primera vez. Paradójicamente, tras haber sobrevivido a numerosas derrotas no logró hacerlo a su teórica victoria. El estado totalitarista, estatista y fascistizado que había creado el Régimen de Franco iba contra las directrices ideológicos del Carlismo sobre la creación del nuevo estado, pues defendían la realización de un estado tradicional, católico, monárquico, foral y subsidiario. La ideología carlista no era una vuelta al Antiguo Régimen, sino una política de defensa de la Cristiandad, del legitimismo monárquico, ya que consideran a su rey como el legítimo, del principio de subsidiariedad, materializado en las palabras del teórico tradicionalista Vázquez de Mella de:” Más sociedad y menos estado”, y del concepto foral de España

Por ello, nada más terminar la Guerra Civil, Fal Conde, Jefe delegado de la Comunión Tradicionalista, y don Javier, Príncipe Regente legítimo, adoptaron la táctica de oposición, resistencia y ataque al régimen franquista. Quienes aceptaron cargos en el Partido Único fueron expulsados de la Comunión y tachados de traidores.

Una vez recuperado de las heridas sufridas en el campo de exterminio de Dachau, don Javier reasumió inmediatamente la dirección de la Comunión junto con Fal Conde. Rápidamente escribió dos manifiestos: “A mis queridos Requetés y carlistas” y “Manifiesto a los españoles” donde denunciaba la política de corte totalitarista de Franco y las injusticas que cometía el Régimen. La única solución era la instauración de la Monarquía católica, tradicional, social y verdaderamente representativa.

Los carlistas vieron necesario finalizar con la Regencia. Surgió la publicación del libro ¿Quién es el rey? de Fernando Polo que dejaba perfectamente claro en que persona recaía la legitimidad monárquica, que no era otro que en la figura de don Javier. A su vez, Fal Conde en el Consejo Nacional de la Tradición celebrado en 1949, recalcó la idea anteriormente dicha: el Regente debe de aceptar el trono.

Visita a Manises, l’Alcúdia, Sueca, Gandía, Alberic y Torrent

Aunque el año anterior, el 26 de junio, don Javier había reafirmado su fidelidad a los fueros vascos en un nuevo acto público celebrado en Guernica, fue en 1951 cuando se reincorporó en persona a la nueva fase de actividad del movimiento legitimista. Lo hizo, junto con su mujer y su hija mayor realizando un viaje por España donde se incluyó el territorio valenciano y la visita de poblaciones como Manises, l’Alcúdia, Sueca, Gandía, Alberic y Torrent entre otras localidades.

Portada del libro Crónica del viaje a Valencia S.A.R. el Príncipe Regente D. Francisco de Borbón y Braganza. 25-28. Noviembre de 1951
Portada del libro Crónica del viaje a Valencia S.A.R. el Príncipe Regente D. Francisco de Borbón y Braganza. 25-28. Noviembre de 1951

La crónica del acto, recogida en el libro Crónica del viaje a Valencia S.A.R. el Príncipe Regente D. Francisco de Borbón y Braganza. 25-28. Noviembre de 1951, dice lo siguiente:

El 28 de noviembre fue el tercero y último día de la estancia de SS.AA. en Valencia (…). En este tercer día se había proyectado una visita a Manises por la mañana. La misa del día 28 se celebró en la Capilla de las Reliquias del Real Colegio del Corpus Christi: Misa de Comunión, en la que con la ejemplar devoción de siempre, comulgaron SS.AA. y la mayoría de los asistentes. Terminado el Santo Sacrificio esperaban los coches para iniciar la salida hacia Manises.

La bella población, tan conocida por la fama de su tradicional y típica industria cerámica, alberga una gran masa de carlistas que esperaban impacientes la llegada de SS.AA. Sobre las diez de la mañana llegaba a Manises la comitiva regia, y tras comprobar una vez más el entusiasmo popular en las calles y en las plazas, SS.AA. pasaron al domicilio del jefe local: el señor Muntaner, en el que se les obsequió con un espléndido desayuno, al final del cual los carlistas de Manises ofrecieron a Sus Altezas unos soberbios estuches forrados de damasco que contenían dos platos de cerámica de reflejos metálicos, tan tradicional en la artesanía del lugar, en los que aparecían el escudo carlista en el centro sobre un fondo de águilas imperiales, y todo ello orlado con la inscripción:” A S.M.C. el rey Don Francisco Javier Carlos de Borbón”.

La magnificencia del obsequio y su espléndida presentación causaron la admiración de cuantos lo contemplaron, y Sus Altezas mostraron su profundo agradecimiento, elogiando la tradición artística de Manises. Terminado el desayuno se dirigieron Sus Altezas a visitar varias fábricas de cerámica de la localidad, en donde admiraron todo el proceso de fabricación de las famosas cerámicas y el arte inimitable con que los artesanos del país, siguiendo una tradición antiquísima, hacen gala de su facilidad decorativa.

Entre todas, cautivó extraordinariamente el interés de SS.AA la visita al taller del señor Gimeno, el más fiel continuador de la estirpe de ceramistas de Manises, artesano en el más puro y bello sentido de la palabra. SS.AA. admiraron la magnífica colección de obras de Gimeno, y la Princesa mostró especial interés por un retablo de cerámica representando la Anunciación de Nuestra Señora, de clásico estilo. El señor Gimeno, tras explicar a Sus Altezas el procedimiento de fabricación, tuvo la gentileza de ofrecerle como recuerdo de su visita el retablo de la Anunciación que tanto había admirado la Princesa, agradeciendo ésta con enorme complacencia joya de tanto aprecio. Seguidamente, y entre los aplausos de la muchedumbre, SS.AA. salieron hacía Gandía”.

La relación de los carlistas valencianos con don Javier siempre tuvo un tinte especial, una singularidad que tenía mucho que ver con nuestro carácter. Dos factores esenciales la enmarcaron, dotándola de fluidez y confianza. La innata bondad de don Javier, su sencillez en el trato, su facilidad para aproximarse al pueblo carlista, su reconocida sensibilidad de un lado. De otro, las características del carlismo valenciano. Decía don Manuel Fal Conde que el carlismo valenciano se distinguió de los demás porque era todo corazón. Y todo corazón fue en las duras y en las maduras.

El 28 de noviembre de 1951, Manises es la capital del legitimismo

Don Javier visitó nuestro reino en 1951, dentro del viaje que realizó por diversas tierras de las Españas. Recorrió las tierras valencianas por primera, y única vez desgraciadamente, durante los días 25 a 28 de noviembre. Un acontecimiento que pese a las limitaciones impuestas por el Régimen, puede ser calificado de apoteósico. Un dato nos dará idea de lo que pudo haber sido aquel evento, si la cicatería gubernativa no lo hubiera impedido. Se acordó celebrar un banquete en la finca El pozo que la familia Puchades poseía en el término de Alberic autorizado sólo para doscientos comensales, pero sin restricción alguna para aquellos que sin serlo, quisieran acudir a saludar a don Javier. Pronto comenzaron a organizarse los desplazamientos, para los que cualquier medio era válido. Autobuses, camiones, coches particulares… aseguraban la presencia de centenares de carlistas. Señala la crónica del viaje que “como era de esperar, (…) quienes hace años habían organizado los funerales del Carlismo, no se avendrían a tolerar tal demostración de su renacida pujanza, quince mil carlistas se congregaron para aclamar a Dios, la Patria y el Rey”. No lo toleraron, claro. Se prohibieron los actos y el banquete se consintió sólo para cuarenta comensales.

Junta provincial de la Comunión Tradicionalista del Reino de Valencia
Junta provincial de la Comunión Tradicionalista del Reino de Valencia

Parecía un mal presagio. Y, sin embargo, se convirtió en feliz oportunidad para que afloraran las virtudes del carlismo valenciano. Don Javier encontró, en efecto, un carlismo que era todo corazón. En las localidades que figuraron en el programa, desde luego, pero también en otras no previstas para la ocasión, donde el fervor popular obligó a detenerse a la caravana. En todas pudo constatar el grado de adhesión y entusiasmo, con episodios de gran emotividad que reflejaban la auténtica dimensión de la fidelidad a la Causa y de amor a su legítimo representante. Como en Torrente donde una margarita (mujer carlista) saludó a don Javier con estas palabras: “Alteza, yo tenía un hijo Requeté que murió en la guerra”; y al tiempo que le besaba dos veces la mano, prosiguió: “este por , y este por mi hijo. Y si mil hijos tuviera, los mil se los daría a Su Alteza”. No fue un hecho aislado. En Valencia, un Requeté cuyo padre cayó mártir en la guerra, acudió a ver a don Javier con una fotografía del padre. “Alteza, mi padre no puede venir a besaros la mano, pero os traigo su retrato para que le echéis vuestra bendición”. Y el Príncipe, besando la fotografía del mártir carlista y abrazando a su hijo le dijo: “Hijo mío, nuestros muertos no mueren, porque están siempre con nosotros”.

Tales muestras de adhesión hicieron mella en el espíritu del Regente. El pueblo carlista pidió a don Javier que renunciase a la Regencia y aceptara la Realeza, que se cumplió al año siguiente en el Congreso Eucarístico de Barcelona.

Desaprovechada la oportunidad de oro que suponía el fin de la guerra mundial, el carlismo aun continuó intentando presionar para que se produjera un cambio de régimen más acorde con la nueva situación internacional. El acercamiento progresivo del régimen a las potencias occidentales debido a la guerra fría, sobre todo a EE.UU., ya había comenzado y no se detendría hasta alcanzar, sólo unos años más tarde los más altos grados de cooperación militar, obligando a todos los movimientos de oposición, incluido el carlismo, a replantear su estrategia. A partir de la denominación del Régimen bajo el título de monarquía católica, social, tradicional y representativa, la política de oposición llevada a cabo por Fal Conde fue sustituida por una de colaboración con la burocracia franquista.

Sin embargo, la batalla por la Corona ya tenía un ganador desde hacía tiempo: Juan Carlos, el caballo del Comisario. Todos los esfuerzos por Carlos Hugo (hijo de don Javier) iban a ser inútiles, especialmente a partir del giro ideológico de éste. Ésto junto con la progresiva descristianización de España, la lentitud de los cambios materiales en España, es decir, los procesos de lo que normalmente se llama “la modernización”, que llegó más tarde a España respecto al resto de Europa, el Decreto de unificación entre falangistas y carlistas de abril de 1937 y una victoria que no era la suya, consiguieron lo que no habían conseguido cien años de gobierno liberal: la desmovilización de las masas carlistas.

Vicent Morellá Fuset. A S.M.L.

8 COMENTARIOS

  1. Un apunte, pudiera ser que en la primera fotografía hubiera un error en el pie de foto ya que identifican a las personas que están en la foto y empezando de derecha a izquierda (está puesto al revés puesto que mirando la fotografía es de izquierda a derecha) identifican como Miguel Martinez a Vicente López. Se lo comento para que lo tengan en cuenta.
    Paco Gimeno

  2. El Javierismo fue espúreo y una auténtica farsa que jugó con la ilusión y las lealtades del noble pueblo carlista.

    (…)En 1952, en Barcelona, Don Javier se llama por primera vez Rey de España, y el 17 de enero de 1956, en Madrid, ante el que llama Consejo de la Comunión dice en «declaración pública y terminante» que lo anterior «queda hoy perfectamente ratificado», empleando las siguientes palabras: «He aceptado para Mí y para Mis descendientes la sucesión legítima de la Monarquía Española, la pesada carga de la corona en el Destierro» Sin perjuicio de que al día siguiente, 18 de enero de 1956, en carta a Don Antonio Iturmendi, Ministro del General Franco, se desdiga de la anterior declaración de esta forma: «Debo asegurarle también que el contenido de dicha hoja (sustancialmente igual al de la solemne declaración que acabamos de transcribir) no responde ni a mis declaraciones verbales ni a la línea de conducta que me he trazado y que he seguido siempre…con lealtad al Movimiento Nacional». Sin perjuicio tampoco de que, posteriormente, desde el extranjero, vuelva a firmar escritos como Regente.

    Tomado de la Proclamación de la Regencia carlista de Estella 20/04/1958. Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo (año 1958) Manuel de Santa Cruz.

    • Nuestro viejo rey fue un santo varón. Una persona de excelentísimas cualidades que luchó toda su vida contra los avances de la Revolución. Amigo personal del Papa y querido por todos los carlistas. Por algo don Alfonso Carlos le eligió como su sucesor. Todo el pueblo carlista le quiso hasta el final, prueba de ello es que tanto el Partido Carlista como la CTC y la Comunión Tradicionalista le han rendido homenajes.

  3. La misión de Don Javier, desgraciadamente, sólo fue realidad en la intención del Rey Don Alfonso Carlos, ya que sucesivamente se ha ido transformando en símbolo, ficción y mito, y ha llegado a simple mentira. Con la agravante de que esta situación, tan ilícita como generadora del mal, ha sido negada y disimulada con parodias que aparentemente la contradecían, abusando de la buena fe, de la creencia honrada y de la verdadera lealtad del pueblo carlista, que, luchando contra todos sus deseos y legítima esperanza, sólo poco a poco y vagamente han podido irla escudriñando a medida que se iba trasluciendo en hechos encubiertos durante el transcurso de veintiún años de politiqueo engañoso, claudicante y agotador.

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