Hablar de Sam Van Rossom es hablar de mucho más que un base inteligente, de juego fino y visión privilegiada. Es hablar de una persona que, durante diez años, no solo defendió con orgullo la camiseta de Valencia Basket, sino que construyó un vínculo emocional profundo con la ciudad, el club y su gente

Con su carácter sereno, su sonrisa discreta y ese sentido del humor tan suyo —sutil, cercano, auténtico—, Sam conquistó a todos sin necesidad de grandes gestos, solo con su forma natural de estar.
Siempre accesible, siempre amable. Nunca fue de alzar la voz ni de acaparar focos, pero su cercanía con compañeros, técnicos, empleados del club y aficionados lo convirtió en un referente indiscutible dentro y fuera del vestuario.
Era igual de fácil verle dando una asistencia milimétrica como dedicando un momento a firmar una camiseta, compartir una charla con un utillero o saludar con afecto a un joven en la grada.

Sam no solo jugó en Valencia. Hizo de Valencia su hogar
Aquí encontró estabilidad, aquí maduró como persona, y aquí formó una familia. De hecho, su hijo Matteo es valenciano, nació bajo este cielo que ahora él siente también como propio. Esa conexión emocional con la ciudad —profunda, real— explica por qué su despedida no ha sido un adiós frío, sino un abrazo cálido entre un jugador y el lugar que lo adoptó como uno de los suyos.

Su nombre ya brilla en L’Alqueria del Basket
La jornada de homenaje a Sam Van Rossom comenzó horas antes del partido en un acto muy especial en L’Alqueria del Basket, el centro de formación de referencia de Valencia Basket. Allí descubrió junto a su espoasa Jana Raman (exjugadora de Valencia Basket femenino) la rotulación corporativa con su nombre en la pista número 5, convirtiéndose así en el primer jugador extranjero que da nombre a una cancha en la historia del club.
Hasta ahora, ese honor solo lo compartían grandes referentes del baloncesto valenciano como Nacho Rodilla, Víctor Luengo, Rafa Martínez y Víctor Claver. Desde este sábado, el belga Sam Van Rossom forma parte de ese selecto grupo, reflejo de su enorme huella en la entidad.
Una noche mágica en la Fonteta
Horas más tarde, la Fonteta vivió uno de los momentos más emotivos de la temporada. Valencia Basket rindió un homenaje multitudinario a su capitán, con el público completamente entregado a quien ha sido durante una década uno de sus jugadores más representativos.
Justo al término del partido ante Dreamland Gran Canaria, el club proyectó un vídeo conmemorativo, entregó la banderola con una camiseta personalizada que ascendió al cielo de La Fonteta y permitió que Van Rossom se despidiera de su afición en el centro de la pista, rodeado de su familia, excompañeros y una ovación inolvidable.
Un discurso desde el corazón
“Estoy muy emocionado. Nunca imaginé que pasaría tanto tiempo en un mismo club, y menos fuera de mi país. Pero Valencia ha sido mi casa”, expresó el base belga, visiblemente conmovido. “Lo que me llevo son los recuerdos, la gente, los compañeros, y sobre todo el cariño de esta afición. Es algo que no se olvida”.
Sam quiso también agradecer la confianza del club a lo largo de su trayectoria, incluso en los momentos difíciles: “Gracias por haberme cuidado durante tanto tiempo. Por confiar en mí incluso cuando las lesiones me lo pusieron difícil. Aquí he aprendido a ser mejor jugador, pero sobre todo mejor persona”.

Una década de fidelidad, logros y valores
Van Rossom llegó a Valencia en 2013 y disputó más de 400 partidos con la camiseta taronja. Su palmarés incluye la EuroCup 2019, la Supercopa Endesa 2017 y varias campañas al más alto nivel en Euroliga y la única Liga Endesa (16-17) que tiene el club. Pero su mayor legado está en la coherencia, el respeto y el liderazgo silencioso que ha ejercido dentro y fuera del vestuario.
“Siempre he intentado dar el máximo, dentro y fuera de la pista”, reconoció. “He tenido momentos duros, lesiones, pero también muchas alegrías. Me quedo con las sonrisas, los abrazos, los momentos de equipo. Esto no se paga con nada”.

Una despedida que no es un adiós
Con el pabellón en pie y el cántico “¡Sam, Sam, Sam Van Rossom!” retumbando en el aire, el belga cerró su intervención con un mensaje claro: “Gracias por todo. Siempre llevaré este club en el corazón. No es un adiós, es un hasta luego. ¡Amunt Valencia, Taronjas, Amunt!”, terminó.
Ya es historia del club
Con su nombre en una pista de formación, su número en la memoria de la Fonteta y su ejemplo como referente para generaciones futuras, Sam Van Rossom ya es, oficialmente, leyenda del Valencia Basket.