Tamara Arroyo: La autoexigencia y el miedo al fracaso impactan la salud mental de hombres y mujeres

0
60 lecturas

La salud mental ha tomado una gran importancia entre la ciudadanía en los últimos tiempos. Un tema, anteriormente considerado como tabú, que ha conseguido posicionarse como primordial en el día a día de las personas, que por los ritmos de vida a los que se está llegando en la actualidad, se hace imprescindible poderla tratar convenientemente. Una de las profesionales más destacadas en el ramo es Tamara Arroyo.

Tamara Arroyo

La alicantina, se ha posicionado como una de las más reputadas y conocidas en el sector de la psicología, en el que trabaja con personajes destacados de la sociedad, pero también con personas de cualquier sector y extracto social.

¿Qué temas, en la actualidad, te llegan ahora mismo a consulta?

Uno de los patrones más comunes que veo en consulta es que muchas personas llegan sin saber exactamente qué les sucede, pero con la sensación de que algo no está bien. No siempre identifican su problema como ansiedad, estrés o agotamiento, pero describen síntomas como dificultad para dormir, pensamientos acelerados, sensación de vacío o una constante insatisfacción con su vida. A menudo dicen frases como “siento que voy en piloto automático”, “todo me supera” o “haga lo que haga, nunca es suficiente”.

Otro tema recurrente es la sensación de falta de tiempo. Muchas personas viven con la impresión de que no llegan a todo, que siempre están corriendo de un lado a otro y que nunca tienen un momento de descanso real. Esto ocurre tanto en profesionales como en estudiantes y deportistas, y es un factor clave en el aumento de los casos de ansiedad y estrés. La agenda siempre llena y la incapacidad de desconectar hacen que muchos lleguen a consulta sintiendo que han perdido el control de su vida.

Por ejemplo, recientemente trabajé con una persona que, desde fuera, tenía una vida perfectamente organizada: un buen trabajo, una rutina estable, actividades de ocio… pero a nivel interno se sentía completamente desbordada. La raíz del problema no estaba en la cantidad de cosas que hacía, sino en la presión que sentía por cumplir con todo y en la falta de espacios de descanso real. Este tipo de casos son cada vez más frecuentes.

¿Cuáles son los más habituales? 

Los más recurrentes en consulta siguen siendo:

- Ansiedad y estrés: Tanto en el ámbito laboral como en el personal. Cada vez hay más personas con síntomas como insomnio, dificultad para concentrarse, palpitaciones o sensación de no poder desconectar ni un momento.

- Dificultad para poner límites: Muchas personas sienten que deben estar siempre disponibles y les cuesta decir "no". Esto sucede tanto en el trabajo como en la familia y las relaciones de pareja.

- Miedo al fracaso y síndrome del impostor: Especialmente en profesionales que están en etapas de crecimiento, ya sean emprendedores, deportistas o artistas.

- Problemas de pareja y relaciones tóxicas: La gestión emocional en las relaciones sigue siendo un reto. Cada vez hay más consultas de personas que no saben cómo manejar conflictos, establecer acuerdos o incluso identificar si están en una relación saludable.

- Autoexigencia extrema: Personas que sienten que nunca es suficiente, que deben hacer más y mejor, lo que les lleva al agotamiento emocional.

¿Son temas similares tanto en hombres como en mujeres o existen diferencias? 

Los temas pueden ser similares, pero la forma en que se expresan y las causas que los originan varían.

En mujeres, suelen experimentar más ansiedad ligada a la autoexigencia y la necesidad de demostrar su valía, especialmente en entornos laborales o competitivos. Muchas sienten que deben ser "perfectas" en todo: en el trabajo, en la familia, en la pareja, en su imagen personal. También es más frecuente que pidan ayuda antes y hablen abiertamente de sus emociones. Además, las mujeres tienden a cargar con una mayor presión en la gestión del hogar y la familia, lo que genera altos niveles de agotamiento mental.

En hombres, suele haber una mayor dificultad para reconocer que tienen un problema y pedir ayuda. Muchos llegan a consulta con síntomas físicos de ansiedad (dolor de cabeza, tensión muscular, problemas digestivos) antes de darse cuenta de que el problema es emocional.

Sin embargo, en los últimos años, he visto un aumento en hombres que buscan ayuda no solo por razones personales, sino también por motivos profesionales. Es común que consulten estrategias para mejorar en su trabajo, especialmente en el liderazgo de equipos o la gestión de personal. Muchos buscan herramientas para comunicarse mejor, gestionar conflictos o tomar decisiones más acertadas en su entorno laboral.

Por ejemplo, trabajé con un hombre que tenía un puesto de liderazgo en una empresa y sufría un estrés constante. No dormía bien, tenía problemas digestivos y estaba siempre irritable.

Inicialmente, acudió buscando estrategias para manejar mejor su equipo de trabajo y reducir tensiones con sus empleados, pero a lo largo de las sesiones se dio cuenta de que la raíz de su malestar estaba en su propia presión por desempeñar un rol de autoridad sin margen para el error. Al trabajar en su gestión emocional, no solo mejoró su liderazgo, sino también su bienestar personal.

Tamara Arroyo

¿Cuál crees que es el motivo de esas diferencias y el motivo de por qué son esos los temas habituales ahora? 

Las diferencias tienen mucho que ver con la educación y las expectativas sociales.

A las mujeres, desde pequeñas, se les enseña a ser responsables, a cuidar de los demás y a demostrar su valía en entornos competitivos. Esto hace que muchas crezcan con la sensación de que tienen que hacerlo todo bien y que fallar no es una opción.

A los hombres, en cambio, se les ha transmitido la idea de que deben ser fuertes, autosuficientes y no mostrar debilidad. Por eso, les cuesta más hablar de sus emociones o pedir ayuda, lo que a menudo los lleva a buscar soluciones individuales en lugar de compartir su malestar.

Además, vivimos en una era donde todo es inmediato y estamos constantemente expuestos a la comparación en redes sociales. Esto genera una sensación de presión constante: "tengo que estar a la altura", "tengo que hacer más", "tengo que ser perfecto". Todo esto hace que la ansiedad, la inseguridad y el agotamiento sean más comunes que nunca.

Antes, a los psicólogos y psicólogas se os veía como, digamos, "bichos raros". ¿Has notado un cambio respecto a vuestra figura? 

Definitivamente, sí. Antes, ir al psicólogo se asociaba con tener un problema grave, casi como si fuera un tabú. Hoy en día, cada vez más personas lo ven como una herramienta para el bienestar y el desarrollo personal.

Por ejemplo, en el mundo del deporte, antes se hablaba solo del entrenamiento físico y técnico, pero ahora la preparación mental está contemplada en los mejores cuerpos técnicos. Lo mismo ocurre en empresas y en la vida cotidiana: cuidar la salud mental se ha convertido en una prioridad.

¿Cómo hace una profesional de la psicología para que los temas que escucha no le afecten personalmente? 

Es una de las partes más complejas de esta profesión. A diferencia de otros trabajos, en psicología es difícil dejar todo lo que has escuchado y trabajado durante el día sin que te acompañe de alguna manera. Las historias de mis pacientes, sus luchas, sus avances y también sus momentos difíciles son parte de mi día a día, y no siempre es sencillo cerrar la puerta y no llevármelas conmigo.

Para manejarlo, es fundamental establecer límites emocionales y contar con estrategias de autorregulación. En mi caso, tengo mis propias rutinas de autocuidado, que incluyen momentos de desconexión, ejercicio físico y supervisión profesional.

También es clave diferenciar entre empatizar con el paciente y absorber su sufrimiento. Si bien la conexión emocional es necesaria para ayudar, es importante recordar que el proceso es suyo y que mi papel es acompañar, no cargar con su peso. Salvar no es ayudar.

Pero hay otro aspecto de la terapia que a menudo no se menciona: el impacto positivo que tiene en mí como profesional y como persona.

Hay procesos que me hacen crecer, que me enseñan cosas sobre la vida y sobre mí misma.

Hay sesiones que me emocionan profundamente, cuando un paciente da un paso importante o se da cuenta de algo que cambia su perspectiva.

He vivido momentos en los que he sentido un nudo en la garganta al presenciar el coraje, la resiliencia o la transformación de alguien que ha trabajado duro en su proceso.

Ser psicóloga no es solo escuchar problemas, también es ser testigo del cambio, de la evolución, de la fuerza de las personas. Y eso, sin duda, es algo que hace que este trabajo valga la pena a pesar de su complejidad emocional.

Por lo que dices, ¿entiendo que tú también tienes que acudir a un profesional para que no te afecte tu trabajo?

Sí, sin duda. Igual que un médico no se trata a sí mismo cuando enferma, un psicólogo tampoco puede hacer su propio proceso terapéutico. Aunque tenemos herramientas para gestionar lo que escuchamos en consulta, es imposible ser completamente ajeno al impacto emocional de nuestro trabajo.

Hay historias que te remueven, procesos que te hacen reflexionar sobre tu propia vida y situaciones que pueden tocarte más de cerca.

En mi caso, acudir a supervisión profesional es una parte fundamental de mi ejercicio como psicóloga. La supervisión no es solo para “descargar” lo que uno vive en consulta, sino también para revisar nuestra forma de trabajar, detectar sesgos y asegurarnos de que estamos ofreciendo el mejor acompañamiento posible a los pacientes.

También es un espacio para reflexionar sobre los casos más complejos y recibir orientación cuando es necesario.

Más allá de la supervisión, creo que cualquier profesional de la psicología puede beneficiarse de terapia personal en diferentes momentos de su vida. Al final, somos humanos y pasamos por nuestras propias crisis, inseguridades y desafíos.

Haber hecho mi propio proceso terapéutico no solo me ha ayudado a crecer a nivel personal, sino que también me ha permitido ser una mejor profesional. Entender cómo se siente estar del otro lado, vivir el proceso de cambio en primera persona, hace que pueda conectar mejor con lo que viven mis pacientes.

Además, hay algo que considero fundamental en esta profesión: la coherencia entre lo que digo y lo que hago. No puedo pedirle a un paciente que cuide su bienestar emocional si yo no lo hago.

No puedo hablar de la importancia de poner límites si en mi propia vida no los establezco. La psicología no se basa solo en conocimientos teóricos, sino en la aplicación real de estrategias que funcionan. Y eso implica que yo también debo trabajar en mí misma.

Supongo que, durante todos estos años como profesional, te han llegado múltiples temas a tratar, pero de todos ellos, ¿cuál o cuáles te han resultado más llamativos? 

Uno de los temas que más me ha sorprendido en los últimos años es el miedo al silencio y la desconexión. Muchas personas me dicen que no soportan estar sin estímulos, que necesitan estar siempre ocupadas o con el móvil en la mano.

Otro tema llamativo es el impacto de las redes sociales en la salud mental. Veo casos de personas que desarrollan ansiedad porque sienten que su vida no es tan perfecta como la que ven en Instagram, o que tienen miedo de no estar siempre visibles y disponibles.

¿Qué temas son líneas rojas para ti a la hora de pasar consulta?

En mi trabajo hay ciertos temas que prefiero no abordar directamente en consulta porque requieren una especialización muy concreta o porque, a nivel personal, considero que hay otros profesionales que pueden acompañar mejor en esos procesos.

Uno de los temas que prefiero no tratar en profundidad son los casos de abusos infantiles. No porque no crea en la importancia de trabajarlos, sino porque es un ámbito que requiere una formación muy específica y un enfoque terapéutico concreto. En estos casos, considero fundamental derivar a especialistas en trauma y abuso, que puedan proporcionar el tratamiento adecuado.

Por otro lado, también marco límites con patologías psiquiátricas graves que requieren un abordaje médico-psicológico conjunto. Casos como trastornos psicóticos o trastornos de la personalidad con gran desregulación emocional necesitan un trabajo multidisciplinar donde la intervención psiquiátrica y psicológica vayan de la mano. En estas situaciones, si veo que el paciente necesita otro tipo de tratamiento, recomiendo la derivación a un equipo especializado.

Más allá de estos casos específicos, una línea roja importante para mí es la falta de compromiso con el proceso terapéutico. La terapia es un trabajo en equipo, y si una persona no está realmente dispuesta a reflexionar, hacer cambios o implicarse en su propio bienestar, el proceso se vuelve estancado. No se trata de avanzar rápido ni de presionar al paciente, pero sí de que exista una intención real de trabajar en uno mismo. En estos casos, cuando percibo que la persona no está preparada para el proceso o que acude solo por obligación (porque un familiar o pareja le ha insistido), suelo plantear la posibilidad de pausar la terapia hasta que realmente sienta que quiere hacer ese camino.

Cada profesional tiene su propio criterio sobre qué casos abordar y cuáles no. Lo más importante es garantizar que cada paciente reciba la mejor atención posible, incluso si eso implica derivarlo a otro especialista que pueda ofrecerle el acompañamiento más adecuado a sus necesidades.

¿Cuál crees que es el motivo por el que han llegado estos nuevos temas a consulta? ¿Cuáles consideras que son los factores? 

Los principales factores son:

- La hiperconectividad. Estamos todo el tiempo bombardeados con información y comparación.

- La inmediatez. Queremos resultados rápidos y nos frustramos cuando no los conseguimos.

- La presión social. Existen estándares de éxito inalcanzables que generan insatisfacción.

- El aislamiento emocional. Aunque estamos más conectados digitalmente, hay menos conexiones profundas.

Todo esto está teniendo un impacto enorme en nuestra salud mental y en la manera en que gestionamos nuestras emociones y relaciones.

Tamara Arroyo

Hablas de redes sociales, conectividad… ¿Cuáles crees que son los nuevos temas a tratar que te llegarán próximamente? 

Creo que en los próximos años veremos un aumento de consultas relacionadas con la sobrecarga digital, la fatiga informativa y el impacto de la inteligencia artificial en la vida personal y profesional.

Uno de los grandes retos que ya estamos viendo es la hiperconectividad y la dificultad para desconectar. Muchos pacientes sienten que nunca tienen un respiro real porque el trabajo, las redes sociales y las notificaciones están siempre presentes. Esto afecta la concentración, la creatividad y el descanso. Cada vez más personas llegan a consulta diciendo que no pueden estar sin el móvil, que sienten ansiedad si no contestan un mensaje rápido o que incluso experimentan culpa por no ser productivos todo el tiempo.

Otro tema emergente es el miedo a la obsolescencia y la autoexigencia tecnológica. Con el avance de la inteligencia artificial y la automatización, hay muchas personas que empiezan a sentir presión por adaptarse constantemente, por no “quedarse atrás” en un mundo laboral que cambia muy rápido. Esto genera ansiedad y una sensación de carrera interminable por la actualización.

También creo que aumentarán las consultas sobre identidad digital y autoimagen en redes sociales. Cada vez más personas se ven atrapadas en la comparación constante con los demás, en la necesidad de proyectar una imagen perfecta (tema importante los filtros) y en la frustración de no sentirse a la altura de lo que ven en internet. Esto afecta la autoestima y la seguridad personal, especialmente en adolescentes y jóvenes adultos.

Un fenómeno que ya empieza a aparecer es la dificultad para vivir experiencias sin necesidad de registrarlas o compartirlas. Hay personas que sienten que si no suben algo a redes, es como si no hubiera ocurrido. Esto genera un problema de desconexión con el presente y una necesidad constante de validación externa.

Por último, creo que veremos más consultas relacionadas con la gestión de la incertidumbre. Vivimos en una época donde el cambio es la única constante: crisis económicas, nuevas tecnologías, cambios en el mercado laboral, redes sociales que modifican la forma en que nos relacionamos… Todo esto genera una sensación de falta de control que muchas personas no saben cómo manejar. En consulta, cada vez más personas buscan herramientas para gestionar la incertidumbre sin que les paralice o les genere angustia.

En resumen, el gran reto de los próximos años no será solo la ansiedad o el estrés, sino la forma en que la tecnología está reconfigurando la manera en que vivimos, nos relacionamos y nos percibimos a nosotros mismos.

Una entrevista de Rafa Gandia. 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí