Al oxígeno, el carbono y el resto de elementos que conforman el cuerpo humano, habría que sumar una alta dosis de recuerdos, y con ellos, de memoria. Ya lo prescribió Gabriel García Márquez en su última carta, 'la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido', y eso es lo que ha hecho el escritor Rafael Reig con su nuevo libro, 'Lo que sé de Almudena' (Tusquets), mantener "una lucha contra el olvido.
Por eso, la obligación de la memoria, personal e histórica", puntualiza el autor de 'Sangre a borbotones', ‘Manual de literatura para caníbales' o 'Guapa de cara', entre otros. La vuelta de Reig a las librerías viene marcada por una negociación con sus recuerdos, para ofrecer al lector retazos de los momentos compartidos junto a la escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021), que reflejan la complicidad entre ambos literatos y la deuda que acompaña al asturiano.
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Lo que sé de Almudena' es una oda a la amistad y al legado, tanto humano como literario, de una de las escritoras más relevantes del siglo XX. Tras la muerte de Almudena, Reig reconoce que no reaccionó. “Mucha gente me propuso que escribiera algo, pero yo no quería hacer nada. Me siento un poco. La quería mucho y no tuve la capacidad de haber hecho nada. Llevábamos treinta años viéndonos, no éramos muy amigos, pero nos veíamos mucho. Y al cabo del tiempo, te das cuenta del espacio vacío. Empecé a inventariar todos los huecos vacíos, cosas que ya no podría hacer con ella. Ello me hizo inventariar lo que había recibido de Almudena”, -prosigue al ahondar en el porqué de estas páginas-. “Soy un hombre lento. Había un motivo que yo no sabía. Lo aprendí escribiendo y no lo puedo contar porque eso es parte del argumento”.
A través de lo cotidiano, entre copas de whisky y una nostálgica alegría, Reig habla de su amiga, de esa capacidad que tenía para hechizar a todos, en parte por su pasión y por cómo escuchaba, porque “le interesaba de verdad la gente. Tenía curiosidad por cómo vivían los demás y qué problemas tenían. A Almudena la quería mucho todo el mundo, y es que ella quería a todo el mundo. Sabía escuchar y mirar. Ver lo evidente es mucho más difícil que ser un visionario”.
Sin caer en el patetismo de plañideras y fiel a su prosa, Reig también reivindica la transcendencia literaria de la artífice de ‘Episodios de una guerra interminable’ mediante un viaje personal al pasado, en el que muestra la actitud de Grandes ante la vida y su férreo compromiso con la escritura, porque “creo que no ha sido valorada como escritora sobre ciertos temas. No sé si mucha gente ha apreciado lo que ha hecho ella y cuál es su verdadero lugar en la historia de la literatura española. Almudena tiene un lugar importante y decisivo”.
Para Reig, gran lector de Palacio Valdés, Aub, Galdós, Dickens o la Pardo Bazán, entre muchos otros, sobre todo del s.XIX, al igual que Almudena, uno de los grandes logros de Grandes fue esa “carpintería narrativa”, que se caracterizó por incorporar “un lenguaje llano, cervantino, que sirva para todos y con la atención puesta a la experiencia colectiva, a una visión de conjunto de los mecanismos sociales. Almudena recuperó el ímpetu narrativo de los clásicos de la lengua”.
En ‘Lo que sé de Almudena’, “he contado mi lectura de su obra y qué sentido tiene para mí. Mi interpretación puede acercar a la gente, que esa fama de Almudena ha asustado”, explica Reig, porque “los libros de Almudena tratan de información útil para la vida”.