Devolver el juego a la infancia: una urgencia democrática

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Con motivo del Día Universal de los Derechos de la Infancia, conviene recordar una verdad que, aunque reconocida en la Convención sobre los Derechos del Niño, hemos permitido que se diluya entre pantallas, miedos y ciudades hostiles: el derecho al juego. No se trata de un capricho infantil ni de una actividad aislada. Es un derecho fundamental, recogido en el Artículo 31, de dicha convención y es la base para la construcción de la autonomía personal, la creatividad, la salud emocional y las relaciones interpersonales.

niños jugando

Sin embargo, en las últimas décadas, ese derecho se ha ido erosionando. El exceso de actividades, la sobreprotección, la falta de espacios públicos seguros y el avance imparable de las nuevas tecnologías han reducido el tiempo y la calidad del juego libre. Los niños y niñas juegan cada vez menos, y cuando lo hacen, se produce en entornos controlados y bajo la atenta mirada de los adultos. Pero el juego auténtico, el transformador, es el que sucede de forma espontánea, en la calle, en la plaza o en el parque. Porque ninguna pantalla puede compararse al valor de encontrarse con amigos y amigas en un espacio público para jugar y compartir; para crear aventuras a partir de una piedra o una rama.

A través del juego, la infancia se enfrenta a desafíos reales, aprende a aburrirse y, de manera creativa, desarrolla habilidades sociales y descubre cómo resolver conflictos sin la constante supervisión adulta.

Si aspiramos a ser ciudades verdaderamente democráticas, sostenibles y humanas, debemos aspirar también a ser auténticas ciudades de niñas y niños. Ciudades que abracen el juego en la calle; ciudades que devuelvan los espacios públicos a quienes más los necesitan; ciudades donde los niños y las niñas no sean un detalle ornamental en los discursos políticos, sino un eje central de la planificación urbana.

Para lograrlo, debemos repensar el espacio público. Reducir el tráfico en los entornos escolares, ampliar zonas peatonales y verdes, diseñar plazas como lugares de encuentro intergeneracional y garantizar barrios donde los niños y las niñas puedan moverse con autonomía. Y, sobre todo, debemos escucharlos. Darles voz. Reconocer que la infancia tiene criterio, deseos y capacidad de imaginar ciudades mejores que las que hemos construido.

En el Día Universal de los Derechos de la Infancia, la urgencia es clara: devolver el derecho al juego. Porque devolver el juego a los niños y niñas es promover su libertad, su salud y la igualdad de oportunidades para su etapa adulta.

Como suele recordarnos Francesco Tonucci, una ciudad donde se escucha a los niños y las niñas es, siempre, una ciudad mejor.

Yolanda Andrés | Secretaria de Infancia del PSPV de l'Horta Nord ]

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