De la mano de Javier Sahuquillo (en la dirección), e Ignacio García May (en el texto), llegó a Sala Russafa una más que interesante propuesta escénica: ‘Afectuosamente suyo, Jack el destripador’. Apelando a los históricos sucesos ocurridos en la victoriana Londres de 1888 (donde un desconocido asesino deja un tendal de crímenes en el decrépito barrio de Whitechapel), la obra nos introduce, con un muy buen ejercicio de reconstrucción metateatral, a un plausible génesis y disipación del personaje llamado Jack el destripador.
La pieza sostiene su arquitectura argumental y dramática desde dos voces: la de la última víctima del asesino (se nos mete en la obra desde la voz de la muerta), y la del propio criminal. A partir de ahí, como una buena novela decimonónica con cadáver por medio, nos adentramos en un atractivo juego de rol que nos plantea la ficción como un marco de la realidad y la ficción como un instrumento de manipulación social.

Cuando un joven médico le plantea a aclamado actor Henry Irving (estupendo Toni Misó en su papel), que la irrupción en Francia de la interpretación naturalista acabará relegando a la escuela clásica británica, la línea de la trama queda perfectamente establecida para conocer las tripas de Jack. A partir de ese momento el médico perpetra un personaje invisible, indistinguible de la realidad, un ser indetectable y que pasa desapercibido sin ser reconocido como muestra de la desaparición del actor sobre el personaje. Lo peor de este protagonista (casi a modo de Mr. Hyde), es que es un asesino sádico y sin escrúpulos.

Junto a los acontecimientos verídicos (nombres, datos, testimonios, fechas, cartas…), ‘Afectuosamente suyo, Jack el destripador’ da vida a personajes como al propio Irving, Bram Stoker o Bernard Shaw creando una atmósfera de verismo a su construcción ficcional.
A destacar la imaginaria puesta en escena que mezcla una cierta y fría estética expresionista junto a un aire retrofuturista muy a tono con su argumento. Maravillosa la idea de utilizar marionetas y muñecas en varios de sus pasajes, creando teatro e ilusionismo dentro del territorio falso e irreal del crimen. Gusta el uso de la música en directo y su justa participación a lo largo de la historia, da la idea de que asistimos a un espacio de tétrico cabaret del crimen.
Bien, muy bien, por David Kelly, Lula Heredia, Raúl Ferrando y Toni Misó; se divierten en sus roles, hacen creíbles sus personajes y se toman muy en serio la mecánica de la propuesta. Aplausos merecidos a todo un equipo que deja una muy interesante labor sobre el escenario y mantiene viva la vieja sospecha que Jack bien pudo formar parte de una ficción de instrumentalización social. No se la pierdan.