Nicho 1501. El premio a una historia de amor

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En las memorias del actor y director teatral Vicente García Valero (Valencia 1855–1927), publicadas en su libro “Páginas del pasado” (1915), hay un capítulo titulado “El nicho 1501”, una bonita historia de amor con el Cementerio General como testigo.

El actor cuando contaba con veinte años tuvo su primer amor en Emilia, una hermosa joven valenciana de dieciocho. Se conocieron cuando contaban 15 y 13 años, respectivamente. Vicente vivía en un edificio que por el tiempo fue derruido para construir el Teatro Apolo (actual calle de Don Juan de Austria). La chica vivía muy cerca, en la desaparecida plaza de las Barcas. Tres años de amor primerizo. Su afición por el teatro hizo que Vicente se trasladara a Madrid donde inició su carrera teatral.

Ella enfermó de calenturas tifoideas y al poco tiempo dejó de existir. Era diciembre de 1876. García Valero tan pronto se enteró de lo sucedido viajó a Valencia y visitó a la familia de la finada. Su dolor aumentó cuando supo que había sido enterrada en una fosa común. No contaba con dinero pero prometió a los padres de su amada que si le daban permiso se encargaría de la traslación del cadáver, adquiriendo un nicho a perpetuidad.

Hubo ciertos inconvenientes sanitarios y legales pero Vicente perseveró y, tras una trabajada autorización, el 24 de diciembre de 1876 tuvo lugar la exhumación. Al desenterrar y abrir el féretro el actor cuenta que “parecía como dormida”. Y así la recordó. Previamente había desembolsado 250 pesetas por la propiedad del nicho, más otras cantidades de exhumación y enterramiento, una fortuna para la época.

Nuestro protagonista casó con la hermana de Emilia, enviudó y de nuevo se volvió a casar con otra de sus hermanas. Un caso que en sus memorias reconoce como poco común. Pero vayamos de nuevo al recuerdo de su primera novia. Estuviese donde estuviese Vicente siempre hacía girar el dinero suficiente para que en el día de “TotsSants” se adornara el nicho con todas las flores posibles. En el transcurso de los años pagó por tres veces el cambio de lápida.

Tan presente tenía a su Emilia que la primera hija que tuvo le puso el mismo nombre, niña que murió a los cuatro años y medio de edad, unos momentos angustiosos que Vicente contó en sus memorias con amplio detalle. La tragedia le perseguía. También el número del nicho 1501 fue para él una continua obsesión.

Por el tiempo García Valero fue un actor de éxito, e incluso llegó a formar su propia compañía de teatro. Hemos visto algunos antiguos carteles anunciando programas de principios del siglo XX. Escribió varios libros con artículos anecdóticos y vivencias. Recuerdos  de un comediante, de una vida azarosa, de tragedia, como sus obras. También fue autor de algunas composiciones teatrales entre los años 1883-1905. Según sus amigos, en sus últimos años, vivía entre los camerinos del pasado y “era una sombra que cruzaba por los teatros”.

Un primero de noviembre Vicente no pudo enviar el dinero por problemas económicos. La pesadumbre se apoderó de él recordando su promesa. Al siguiente año, estando en Madrid, pasó por una administración de lotería y viendo dicho número en el escaparate, a requerimiento de su esposa, adquirió un décimo para el sorteo del 10 de octubre de 1912. El número salió premiado con seiscientas pesetas. Suerte y destino unidos al dolor del recuerdo. “-No acierto a explicarme. Me hallo confuso, dijo nuestro sorprendido protagonista. Vicente falleció en Madrid, el año 1927 y, suponemos, fue allí enterrado.

Hoy hemos estado en el Cementerio General subidos a una escalera frente al nicho 1501 de la sección 2ª donde también descansan los restos de la madre del actor y un niño. Ya nadie cuida la lápida y escasamente se leen los nombres grabados en ella. La erosión del olvido. En la parte inferior de la losa se lee: “Recuerdo de V. García Valero” como firma de su participación y promesa.

En nuestro sueño creemos que cada día 1 de noviembre seguirá enviando el amor que hasta el último día profesó a su amada adornando de besos su nicho. Ella, tal vez, seguirá premiando a Vicente con sus décimos de amor eterno.

Rafael Solaz. Bibliógrafo y autor de 'La Valencia Rescatada'

Artículo publicado en la edición especial del número 2.000 de Hortanoticias.

2 COMENTARIOS

  1. Referirse al amor con el lenguaje apropiado para expresar los sentimientos y las emociones que de él emanan, es tarea de la que a lo largo de la historia ya se han ocupado escritores y poetas, a los que tan frecuentemente recurrimos por sus tan valiosos y enternecedores textos.
    Rafael Solaz se ha sentido atraído y atrapado, en su exquisita sensibilidad, por una bella e infinita historia de amor que trasciende los muros del Cementerio General y, que al percibir la intensidad, profundidad y autenticidad del amor que Emilia y Vicente se profesaron, alcanza el nivel de lo sublime.
    Que historias de amor como la suya nos sirvan de ejemplo a quienes nos esforzamos por querer, más y mejor cada día, a la persona con la que compartimos nuestra vida.

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