Madera de campeón

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Se muestra sereno, confiado, seguro de sí mismo. Apenas se advierte su edad en la naturalidad de sus palabras, en el vigor de sus rasgos. Daniel Ayora vive en Campolivar, en Godella, tiene 17 años y es campeón de España absoluto de esquí y de salto de longitud. Y es ciego. No del todo, el 0, 05% de visión que ha conseguido conservar le permite intuir la línea de batida en sus saltos.
Se define a sí mismo como una persona disciplinada, con capacidad de esfuerzo y tranquilo. “La enfermedad que padezco se llama stargard, es una degeneración macular del ojo”, explica. Su madre, Mª Ángeles, lo acompaña y asiste en silencio a la entrevista. No interviene si no se lo piden, observa con respeto y hasta admiración a su hijo.

“Apareció de repente –cuenta Mª Ángeles-, cuando tenía 7 años nos dimos cuenta de que no encontraba el vértice de la A mayúscula. El oftalmólogo nos dijo que el mejor favor que le podíamos hacer a nuestro hijo era que lo afiliáramos a la ONCE cuando nosotros íbamos a que le pusieran unas gafas.” “Fue todo muy rápido, -añade Dani-, en 6 meses perdí el 80%, luego se estabilizó la pérdida y en la adolescencia tuve otro avance”.

El deporte le ha acompañado desde pequeño. A los 3 años, cuando vivía en Jaca, se inició en el esquí de la mano de sus padres. Pronto destacó en este deporte y cuando la enfermedad le sobrevino, su progresión fue aún más sorprendente. “Tuve la suerte, entre comillas, de que todo empezó a los 7 u 8 años, si hubiera aparecido a los 15, probablemente hubiese sido más difícil de asumir, aunque quizás, el hecho de no ser una enfermedad de nacimiento me da cierta ventaja con respecto a alguno de mis competidores porque tengo una idea más concreta de las cosas, sobre todo en el esquí”.

En 2007, con 13 años, ya se había colgado la medalla de bronce en el campeonato de España absoluto de esquí, tanto en Gigante, como en Slálom, con su hermana como guía. Hacía ya tiempo que había compatibilizado la nieve con el tartán, desde que llegó a Godella, en 2002. A los 11, era campeón de España infantil de peso y velocidad, títulos a los que un año después añadiría el de longitud. “Al principio, vas probando con las pruebas hasta ver cuál de ellas es la que mejor se adapta a tus aptitudes –asegura-, ese proceso, en mi caso, no fue demasiado prolongado porque, por mis piernas largas parce que tenían claro mis entrenadores, desde bien pronto, que me tendría que centrar en la longitud.

De todos modos, este fin de semana compito en Holanda y, como hace falta gente en el equipo de velocidad, pues correré también”. La madurez con que se expresa, en ocasiones, sobrecoge: “Hace 2 años, dejé el equipo olímpico de esquí, el sacrificio para compatibilizarlo todo era enorme, los fines de semana fuera, entrenamientos todos los días y los estudios… Estoy en segundo de bachiller, en el Sagrado Corazón y esa es mi prioridad”. “Nos dejó muy sorprendidos cuando nos lo comunicó –comenta Mª Ángeles al preguntarle cómo recibieron la noticia-, de hecho vino y nos dijo: he dejado el equipo olímpico. Lllevaba 5 meses valorando la decisión y la tomó cuando él consideró que era el momento”.

Echa de menos el esquí sin renunciar por completo a su práctica, incluso a la competición, pero desde 2009, está centrado en el atletismo y sus participaciones en el campeonato de España de longitud se cuentan prácticamente siempre por títulos, primero en juveniles y, ahora, como absoluto (a pesar de ser todavía juvenil por edad).

El último, el conseguido en Logroño este mismo mes de mayo. “La competencia es este año mayor, al competir ya con los absolutos -asegura Daniel-, hasta que llegué a juvenil no había demasiados atletas y desde entonces, se venden más caras las victorias; ese fue, probablemente el punto de inflexión en el que ya no valía sólo con ser un niño que sobresalía por su genética y los entrenamientos, los progresos en la técnica, adquirieron tanta o más importancia”.

La competición de los invidentes se clasifica en dos categorías, los que no ven nada y los que tienen cierta visión como Daniel. “Primero me indican cuándo puedo salir, después, mi entrenador, se queda a un lado, en la zona de batida y me va contando los pasos. Nuestra raya es más ancha que la de salto de longitud normal, así que la puedo intuir”.

En poco más de medio año, su progresión ha sido más que significativa, cerca de 50 centímetros le han hecho rozar la barrera de los 6 metros. “No creo que me lleven a Londres todavía –asume-, así que mis próximos retos pasan por los campeonatos internacionales que empezaré a disputar el año que viene, el seleccionador de atletismo quiere que vaya a la residencia Joaquín Blume, el centro de alto rendimiento de Madrid, para prepararme”.

Mientras tanto, intenta sacar minutos para salir con sus amigos, escuchar música clásica, algo de heavy o leerse la última novela de Arturo Pérez Reverte.© Hortanoticias




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