La comunicación cívica o cínica

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Tengo la extraña sensación de que cuanto más les exigimos a las marcas ese esfuerzo por desarrollar con sus públicos una comunicación personal, que enganche, emocione, que nos despierte los sentidos, que nos llegue… más alejados estamos nosotros de predicar con el ejemplo en nuestra vida cotidiana.

¿Sentimos en directo o sólo lo expresamos de boquilla, o por guasap? donde es más fácil plasmar nuestra sensación con un emoticono que expresarlo a través de nuestras propias carnes.

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Sigo sin saber si ganamos o perdemos con el paso del tiempo. Desde luego nadie tiene aprendido como desenvolverse, por ejemplo, en un hospital, tanatorio o cementerio, pero me enojan esos comportamientos inmaduros tipo: ‘yo no voy a hospitales, me dan grima’. Está claro que cada uno tendrá sus razones. A veces nos enfrentamos a situaciones extremas y difíciles para las que no hay palabras que aporten consuelo.

Pero tengo la sensación que hay cuestiones que exigen dar la cara y últimamente nos servimos de canales o medios que nos parapetan y nos hacen el trago más llevadero, pero ¿aprendemos con ello o sólo nos sobreprotegemos?

Cuando la comunicación se vuelve esquiva, cuando utiliza otros derroteros nos aleja de nuestro entorno y nos hace por decirlo de alguna manera… más cínicos. Y desde luego, cínico es exigirle, por ejemplo, a las marcas (porque les pagamos) algo que nosotros podamos estar perdiendo.

Nos conmueven los sucesos de Lampedusa, nos ha abatido la marcha de María de Villota (tremendo artículo de mi amigo Fernando Miñana), el trágico y aún inexplicable final de Asunta. La red y los medios convencionales descargan comentarios, especiales, suplementos, homenajes y todos nos sumamos a ese duelo. ¿Pero respondemos igual cuando la tragedia llama a la puerta de al lado, sacude a nuestros vecinos, a parientes o amigos?

Ya no sé si es un mecanismo de defensa el que activa nuestro organismo, pero la estrategia que adoptamos es la de pasar rápido por ello, superarlo porque se hace imposible vivir con ello. Quizá eso nos disculpe a todos, pero no olvidemos que no se le puede racanear un abrazo a un amigo que no halla consuelo.

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Yo apuesto por la comunicación cívica frente a la cínica. Cada día aprendo a comunicar para lo malo y para lo bueno. No es fácil. Creo que eso nos forma, nos forja y pese a lo que puedan creer los reservados, esa falta de pudor nos hace más humanos, más enteros. Es la manera más básica de comunicar: dejar aflorar nuestros sentimientos. Es como coger un DAFO y despedazarlo hasta convertir la debilidad en fortaleza.

PD: Hoy he sabido que un mochuelo que inició su migración desde Silla (Valencia) hacia tierras más duras (norte de Europa) recorrió casi 5.000 kilómetros, para sorpresa de especialistas que le colocaron un chip. No habían imaginado que este tipo de ave rapaz, nocturna, pesada, pudiera recorrer una distancia tan grande. La noticia tenía el punto positivo del caudal de conocimiento adquirido por parte de biólogos y ornitólogos sobre esta especie de aves. El dato triste: el chip había permitido hallarla, aunque sin vida ya que fue víctima de un atropello por un vehículo en tierras rusas.

Y dirán ustedes qué tendrá que ver todo esto con lo anteriormente expuesto. Pues mi mente ha activado enseguida ese mecanismo de autodefensa que nos permite sobrellevar las noticias luctuosas de los informativos y he imaginado al mochuelo recorriendo toda Europa a ras de cielo, surcando el Sistema Ibérico, cruzando el Ebro, sobrevolando los Pirineos, disfrutando de las brisas del Loira, pernoctando en la Selva Negra, compartiendo experiencias con otros mochuelos en Polonia y cruzando Bielorusia hasta adentrarse en la estepa rusa, donde seguro se reencontró con los suyos y descansó tras tan largo viaje. Seamos positivos y comunicativos. ¡Cuánto mundo vio el mochuelo!

Pere Ferrer | Asesor en comunicación | @perefe | Colaborador en el blog Comunicación de Resistencia

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