Carta para ti, Rosa Jové Vilà

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Me llaman loco.

No creo que esté loco,

sólo que vivo y disfruto la locura,

sobretodo, la del AMOR.

Sinto p.29/01/2014

.- Buenas tardes-. Contestó, sentado en el banco de piedra. ¿Su nombre? la mayoría de la gente que lo conoce, suele llamarle “Sinto petit” pero da igual que mote o apodo le queramos adjudicar. Se le ha nombrado de tantas maneras distintas, que le es indiferente como le bauticemos: “Groc” “Barbas” “Estanquero” “Poeta”… Depende del ambiente donde se mueva, es “multi-ambiental”, dice que “uno es feliz donde quiere serlo, porque la felicidad está en uno mismo, es igual el lugar, el espacio y la gente”. “GROC” es distinto. Nombre para la clandestinidad, años 60/70, en épocas de otros gobiernos. Quienes le conocieron por este apodo, nada más conocían de él, sólo que luchaba contra las injusticias, las provocaran quienes las provocaran.

Allí sentado, piensa en el tiempo vivido en el pueblo y en Barcelona, a la par, 30 y 30. Un joven sexagenario. Se siente del pueblo, donde nacieron sus raíces, raíces no fijadas en el lugar. En ocasiones comenta que el ser humano, el que tiene ganas de evolucionar, tiene las raíces en la mente, esté donde esté la mente, y el ser humano va y viene, física y mentalmente. Esas raíces son las encargadas de ir compartiendo conocimientos y sentimientos con las gentes de los distintos espacios.

La climatología y la orografía, de su pueblo natal, Juncosa de les Garrigues, conformaron los principios con los que regirse en la vida: Nunca desfallecer y no a la hipocresía. Debido a su convicción sobre la evolución y la interacción, no se siente atado a ningún lugar. Por necesidad, por trabajo y un poco por placer, ha vivido en distintos lugares. Afirma que: una persona es de donde se siente ser en cada momento de su vida, aunque no debería olvidar donde sus ojos vieron la primera luz de este mundo.

Le gusta recordar, pero cumple con la máxima: No hay que vivir ni en el pasado ni de él, pero si tenerlo presente para procurar no caer en los mismos errores. Su niñez, adolescencia y media juventud, en el pueblo, fueron lo normal de la época. Juegos, risas, ilusiones, sueños fantásticos y fantásticos sueños, enfados, pequeñas riñas y, sobretodo, los amores de niño y su gran primer amor de juventud, que no su primer y único enamoramiento.

Su primer enamoramiento, Montserrat Ll. M. siete años tenía Sinto petit. Le costó una bofetada impartida por un familiar y un castigo paterno. Más tarde, María Teresa Ll. M. y Teresita D. V. con las que aún mantiene una gran amistad. La Pereta y Anna, las dos del mismo pueblo, “Els Torms” con las que rara vez se relacionan. Paquita, en paz descanse, de otro pueblo distinto, “El Soleràs”. Com 20 años, Montserrat T.B., de Barcelona, cumplidos los 25 fue su primera esposa. A los 27 años, Anna M. T. de su mismo pueblo y 10 años más joven, de la cual conserva un dulce, grato y gran recuerdo.

Pero su gran primer amor de juventud, ese que no sabemos que es lo que lo hace distinto a los demás, que es lo que nos hace sentir muy diferente, más embobados todavía. Ese gran primer amor de juventud fue “Rosita”, así le llamaban en aquellos años. Pequeñita, dulce, simpática, risueña y un sinfín de cualidades que le acompañaban, le dejaron “KO”. A sus doce años de edad, y dedicado a ella, escribió: “Ulls blaus, petita boca, cabell ros i cos belluguí, el meu gran amor és així”.

Es curioso, Rosita, iba en el grupo de María Teresa, pero no recuerda haberse fijado en ella, quizás porque tenía muy presente la bofetada, la que le propinaron tres años antes, la recordaba como si la hubiera recibido el día anterior.

Llega el domingo y en la sala parroquial del pueblo, actúan la “Colla de dansaires” y la “Rondalla del pueblo”. Terminada la larga actuación de la “Rondalla”, dan paso a la “Colla de dansaires”, Iban a mostrar diferentes bailes típicos de Catalunya, empezando por el “Ball del mocador”. Los “dansaires” dispuestos en fila de a dos, chico y chica, delante los más bajos y atrás los más altos, iniciarían su actuación.

Estupefacto, ¡Que dulzura! ¡Que gracia! ¡Que….! delante de los mayores, niña y niño, bajitos, de la misma edad y estatura, un poco más de un metro y unos diez años, Rosita y Salvador, vestidos con trajes típicos. Sin saber por qué, se puso celoso de Salvador. A ella, a Rosita, la vio así, bella, guapa, sonriente, dulce, vamos, que se enamoró ciegamente y la vergüenza lo anuló totalmente.

La familia de Rosita se trasladó a Barcelona, él nunca le comentó sus sentimientos hacia ella. Fiesta Mayor de Juncosa, septiembre, 1969, bailaron y se pidieron las fotos. Quedaron en sentarse juntos en el cine para que, en la obscuridad, pudieran intercambiarlas sin ser vistos. Ella la llevaba envuelta en un pañuelo. Foto en blanco y negro, preciosa. Cuando 15 años después, la extravió, sintió como si hubiera perdido parte de su vida.

Quedaron en cartearse. Las cartas fueron interceptadas, no llegaron a su destino y sumado a las circunstancias de la vida, hicieron que cada cual siguiera su camino. Hoy, sigue siendo su gran primer amor de juventud. Le hace feliz verla felizmente casada, con su dulce sonrisa y sus bellos ojos, abuela, peinando canas, aunque menos que él.

Rosa, si le ves, dale recuerdos.

Un abrazo.

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